La primera vez que la escuché fue una noche mientras preparaba una materia para la universidad. Fueron días muy agitados; apenas si tenía tiempo para comer algo y me pasaba la mayor parte del tiempo fuera de mi habitación del hospedaje para estudiantes. En los jardines, entre glorietas y fuentes, libro en mano,el regazo lleno de migajas del sandwich de jamón; en las escalinatas que estaban detrás del edificio principal o en alguno de los bancos que estaban diseminadas a lo largo del sendero que atravesaba un bosquecillo cercano. Ese era un problema,pero me las había arreglado para manejarlo y hasta me sentía mucho mas a gusto que en la comodidad del cuarto. El motivo principal de esas escapadas para la lectura de los enormes libros de estudio, era la necesidad de intimidad, de un poco de verdadera soledad. Mi compañero de habitación era el impertinente hijo de una pareja de acaudalados empresarios agrícolas; esto le parecía suficiente mérito como para hacerme la vida imposible con sus comportamientos abusivos, desde la mas ridícula falta de respeto hasta la violencia más intolerable, en muchas ocasiones, las cuales he decidido sepultar en mi memoria. Repetidas veces llené formularios y calenté sillas en la oficina del rector para conseguir que me trasladaran a otra habitación,pero todo esfuerzo resultó infructuoso. Nuestra relación no cabía ni dentro de la amistad ni la vecindad siquiera, ya que procuraba por todos los medios mantenerme lo mas alejado posible de su insoportable presencia. Ariel -que así se llamaba- tenía todo tipo de manías que no cuadraban para nada con mi rutina. Oía música a todo volumen, llevaba chicas en horarios inadecuados , comía y dejaba la basura apilada en los rincones; una verdadera pocilga imposible de ser compartida. Eso entre los detalles mas sutiles; las escenas de borracheras demenciales y estados alterados a causa de todo tipo de drogas solían acabar en un mar de vómito y sonidos guturales que convertían la pieza en una reducida sucursal del infierno; una prisión apestosa e inhabitable. Solo la usaba de noche para dormir, y muy poco; la mayor parte del tiempo dormía a escondidas en el cuartucho detrás de la biblioteca, un espacio algo reducido destinado a guardar los archivos de la facultad; en el pasado era utilizado por el cuidador,pero desde que ese cargo fuera eliminado,el lugar permaneció abandonado.
Primero fue un imperceptible soplido, como un silbido fallido a escasos centímetros de mi oído. Creí que se trataba del viento nocturno colándose por el ventiluz que se encontraba justo encima de mi cabeza, así que usando una pila de cajas como apoyo, alcancé a cerrarla para eliminar cualquier sonido molesto. Unos minutos después de aquello, mientras repasaba los detalles y características del mediastino y recesos pleurales - algo somnoliento a estas alturas- volví a escucharla, esta vez ya más nítida e identificable, como una voz humana. Fueron dos o tres veces en que se repitió,y cada vez que la voz resonaba en el aire, en un punto incierto de la habitación, se hacía mas claro el mensaje: "Huye","Huye". Cerré el pesado volumen de anatomía y me tiré en un rincón ; supuse que la voz interior me estaba dejando un mensaje, algo así como "es suficiente por hoy". Atribuí ese suceso al cansancio y la carga psicológica de los que era víctima durante las épocas de exámenes.
La segunda ocasión se presentó mientras almorzaba en el comedor de la facultad; me encontraba enfrascado en una lucha con una albóndiga de carácter pétreo, cortesía del recorte presupuestario que le aplicaran a la mayor parte de los servicios extra académicos de la institución ese año, vaya a saber por qué motivos. La voz fue mucho mas contundente y reconocible, poseía un timbre especial,cálido, y casi pude jurar que se trataba de una voz femenina; descarté inmediatamente que se tratara de una voz interior por un asunto de género. Me giré entonces en mi asiento buscando algún rostro para darle identidad a la voz,pero no encontré mas que un grupo de alumnos a mi espalda, charlando acerca del resultado del clásico de fútbol de la noche anterior. Nuevamente el mensaje no podía ser mas breve y conciso: "Huye".
Pasó el tiempo de los exámenes y respiré por fin, aliviado de poder atender otros asuntos que tenía postergados, como mi libro de cuentos breves. Agregué una nueva historia a la que titulé "Las voces", inspirado por esos aislados casos que experimenté a causa del stress -o eso suponía. Durante una de esas tantas veladas en que avanzaba con los textos de mi libro, hizo aparición Ariel,mi compañero de cuarto, escoltado por una hermosa chica a la cual no reconocí como alumna del campus,pero tampoco significaba nada; no era como sí yo retuviera las facciones de cada miembro del alumnado al punto de distinguir a un forastero. Percibí las primeras señales de ebriedad en él, sin demasiado esfuerzo. Apenas entró, engarfió mi cuello con su extenso brazo y me gritó alguna frase cualquiera supuestamente hilarante; solo atiné a forzar una risa e inmediatamente guardé el archivo en mi laptop y cerré la ventana de Word, dispuesto a abandonar el cuarto, pero extrañamente los dedos de Ariel se engancharon como anzuelos en la manga de mi camisa al tiempo que me arrojaba una mirada de complicidad. Entendí sin que nada dijera, pero yo poseía un puritano espíritu, al que hoy defino como simple estupidez, que entonces me impedía ser partícipe de ciertas prácticas sexuales muy comunes en el ámbito universitario. De más está decir que Ariel se me rió en la cara -exhalando su apestoso vaho de alcohol- como si le hubiese contado el mejor de los chistes, cuando le dije que salía afuera un rato a leer algo. Era sábado por la noche; pocas almas vagaban por los pasillos del hospedaje o los jardines, había que estar un poco loco o no tener nada interesante para hacer. Ariel, sin dudas, tenía planes mejores, de modo que tomé mi libro de Paul Auster y abandoné la habitación. Cuando sostuve el picaporte para cerrar la puerta, la chica de rojiza cabellera que no había hablado en absoluto desde que llegó , me miró a través de sus enormes ojos azules, y aunque no escuché que una sola palabra saliera de su boca, creí entender lo que dibujaron sus labios silenciosos: "Huye".
Bajé las escaleras desoladas golpeando la contratapa del libro con la mano libre, arrancando ecos de las paredes, disfrutando de esa soledad de cementerio, de mármol antiguo y voces de ultratumba.
No le concedí ninguna importancia a los fantasmas que se habían formado en mi cabeza; me limité a cruzar el parquecito que estaba detrás del edificio y desde donde podían verse las ventanas de las habitaciones. Tras acomodarme en un descanso de las escalinatas, abrí el libro quitando el señalador; me encontraba justo en la parte donde Quinn,el protagonista, se entrevista por primera vez con Peter Stillman, quien parecer hablar su lengua particular llena de palabras inexistentes y giros extraños; entonces , como si hubiera estado escrito en el libro, leí con voz calma, repitiendo dos o tres veces: "huye","huye",huye". Mi vista se apartó de las blanquecinas hojas y observé el rectángulo luminoso de mi cuarto en la tercer planta; una sombra se movió espasmódicamente tras las cortinas y en ese instante,el silencio de la noche se quebró junto al sonido de los cristales rotos. Aunque solo fueron segundos, lo vi como en una película de stop motion, cuadro por cuadro, el cuerpo, desarticulado,negro como la sombra que antes viera, pero aún así distinguible; y finalmente el impacto seco de la carne y los huesos sobre el pasto. Sabía que era Ariel o lo que de él quedaba y me sorprendí a mí mismo de mi impavidez. Simplemente cerré el libro, no sin antes colocar el señalador en la página correcta, y me encaminé hacia el cuarto, preso de una curiosidad sobrenatural. Necesitaba ver, saber, comprender lo que había sucedido. Descifrar el porqué de mi extraño sentimiento de satisfacción. Subí las escaleras como todos los días, sin prisa, contando los peldaños hasta llegar al tercer piso. Entré empujando la puerta con el lomo de "Ciudad de cristal" e inmediatamente me invadió un olor agridulce, casi como a vino tinto, o quizás sangre. Ella permanecía sentada al borde la cama,dándome la espalda. Tenía mil preguntas que hacerle, pero no sabía por donde comenzar. En ningún momento volteó la cabeza, sin embargo supo de mi presencia. Las manchas de hemoglobina salpicadas sobre la cama y la mesa de luz no me espantaron, estaba acostumbrado a ver cosas peores; pero tampoco me conmovió el significado de aquel escenario macabro; un vil asesinato se había cometido frente a mis narices y yo estaba como si nada. Sentí una clase de orgullo,de vanidad ante mi reacción inconmovible; estuve a punto incluso de hacer una broma acerca de la víctima; solo me atajó aquel dejo de moralidad que aún resistía dentro de mí. No estaba asustado de ningún modo, aún ante la posibilidad de acabar como Ariel; solamente cuando su voz me llegó desde la caverna de su garganta fantasmal, me estremecí: "te dije que huyeras". Entonces, algo como un viento polar entró violentamente por el hueco astillado de la ventana congelando el aire, a la vez que las facciones de la extraña de rojos cabellos sufrían una espantosa transformación; su piel se agrietó como un témpano y acudió una negrura sepulcral a sus ojos muertos; en apenas unos segundos su cuerpo se deshizo en destellos cristalinos ante mis ojos desorbitados; mientras, aún en el aire, seguía repitiéndose como un coro infernal esa única palabra: "Huye","huye".
La policía me encontró sentado junto a la cama con aquel bisturí en la mano y el libro de medicina a un lado; las páginas donde se indicaban las maniobras para realizar incisiones en un paciente, estaban marcadas con fibra roja; según los forenses, coincidían con los cortes que le habían realizado a mi compañero de cuarto. Encontraron también en mi computadora el cuento de "Las voces", donde el personaje principal asesina a su vecino obligado por unas voces del más allá. No tome eso como evidencia, fue una extraña casualidad que coincidió con el crimen. Ni siquiera estaba consciente cuando me arrastraron hasta el patrullero. Solo cuando usted entró por esa puerta fue cuando los recuerdos me han caído como piezas de un tetris. Ahora,mientras toma nota de todo lo que de mi boca sale, como testimonio, sé que por dentro está riendo. Sus ojos hablan por sí solos, no hace falta que sonría o lance una carcajada sonora. Eso igual no me importa demasiado, pues yo fui advertido y rechacé esa ayuda. Quise acercarme, ver con mis propios ojos, incluso darle las gracias por haberme librado de aquella persona a la que tanto destetaba. Por eso me ve aquí,tan tranquilo. Las cosas terminaron como tenían que terminar y nada voy a hacer por torcer mi destino, y solo digo esto para que sepa que así sucedieron los hechos; no en mi defensa. Esa voz era también mi voz, la que no hablaba jamás. Ahora, mientras usted cierra su cuaderno para mirarme fijamente,y antes de que me haga alguna pregunta, le digo que estoy realmente feliz. ¡Ella ha regresado! ¡Está justo detrás de usted, viéndome con sus ojos enormes donde me reflejo como un cadáver seco! Y me habla de nuevo ¡me está hablando!
"Te dije que huyeras"
"Te lo dije"