viernes, 11 de noviembre de 2016

Temor dormido-Parte1




Feliz. Sí. Esa podría ser la descripción perfecta del estado que estaba invadiendo a Isaac. Todavía recordaba esos largos meses de supervivencia, buscando pequeños trabajos con los cuales poder llevar algo a la boca. Llegó incluso a robar en una tienda china; lo recordaba bien, simplemente entró hasta el fondo del local y después de esconderse unas latas de atún dentro del abrigo, salió disparado. Tal vez lo persiguieron,eso ya no estaba en su memoria, tan solo el dolor agudo en el vientre y los retorcijones. Había experimentado el frío y la lluvia, el calor insoportable del verano sub-tropical, pero sabía que no había nada como pasar hambre, al límite de mendigar a los mendigos. Pero esos días estaban en su pasado. Después de conocer a Sara,las cosas había cambiado de manera radical. Sara era artista, un alma libre,como ella misma se definía. Se conocieron una noche,mientras ella pintarrajeaba con aerosol  las paredes debajo del puente donde Isaac dormía. Era un graffiti precioso. Eso le había dicho Isaac,asomando detrás de una columna. Tras el susto inicial por parte de la muchacha y luego de las presentaciones , empezaron una conversación acerca de la injusticia social,del sistema que te expulsa y te niega la posibilidad de hacer algo provechoso con tu vida. No tardaron en conectarse. Ambos tenían ideas similares y fue muy sencillo que discurrieran sobre diversos temas de conversación. Entre charlas acerca de escritores, películas, música y revolución, fueron confesando sus propias historias. Podía decirse que la miseria había tocado muy de cerca a los dos. Fue cosa de una noche y sin embargo, pareció como si se conocieran de toda la vida.  Sara le propuso ir a tomar una cerveza, pero él rechazó la oferta con suavidad.
-Me cae mal el alcohol. Demasiado tiempo de abstinencia.
-Jah. Entiendo. Demasiado correcto y orgulloso como para admitir que te cae mal la cerveza con el estomago vacío. ¿no?
Isaac no pudo ocultar su incomodidad. Creía que iba a engañarla fácilmente con una excusa tan tonta.
- No como nada desde anoche. Preferiría un pancho en lugar de la cerveza.

Sara rió sonoramente y tomó su mochila de tela de jeans, haciéndole señas.

-Vamos. Yo también tengo mucha hambre. Y no sea cosa que  me vea un poli y me arreste por vandalismo.

Así fue el comienzo del cambio. Solían verse seguido. Ella le llevaba algo de comer o le conseguía trabajos de poca monta. Cierto día llegó hasta donde él se estaba quedando, en los viejos galpones de la estación de trenes. Uno de sus contactos le había pasado un buen dato sobre un trabajo. Ignorando las quejas de Isaac, lo llevó hasta su casa,una pieza de alquiler en un barrio de la periferia. Se bañó y se puso la ropa limpia que ella le dejó sobre la cama. No entendía cómo una persona podía ser tan generosa teniendo tan poco.

_Te lo voy a devolver todo algún día. Te lo prometo.
-No necesito nada. Pero cuando tengas ese trabajo no te olvides de invitarme una cerveza.
-Palabra. Y un pancho, así quedamos a mano.
-Callate ya y andá. Te anoté todos los datos necesarios en este papel. Vas a hablar con esa persona,amiga mía. Se va a encargar del resto. Apurate y mucha suerte. 

De aquello habían pasado tres meses. Ya no dormía en los viejos galpones, le dejaban quedarse en el edificio de vigilancia. Tenía horarios muy apretados,pero eso no le importaba. Estaba feliz de poder trabajar. Comer poco no era ningún problema. De alguna manera, los tropezones que tuvo en la vida, le sirvieron para fortalecerse. Se sentía feliz de poder ser útil a las personas. ¿y qué mejor lugar para ayudar a las personas que un hospital? Llevaba su trabajo de camillero como si se tratara de una cuestión de honor. No olvidaba cuánto lo había ayudado Sara, y se puso como objetivo devolver algo de esa generosidad al mundo.
Esa noche fría de julio creyó tener la oportunidad de hacer una buena acción, pero no estaba preparado para lo que estaba a punto de venir. En realidad ni él ni nadie estaba listo.
Todo comenzó con la entrada de una pareja en la sala de urgencias. Se trataba de un matrimonio de mediana edad, la mujer ,notablemente alterada , cargaba en sus brazos a una niña de unos tres años. La enfermera de turno le tomó los datos y llamó inmediatamente al cuarto de camilleros. Isaac bajó sin demora por la rampa. Tomó a la niña, acomodándola sobre la camilla con delicadeza. Notó que estaba desvanecida, completamente presa de un sueño profundo. Estaba acostumbrado a casos similares, ACV o trombosis, por ejemplo. Se sintió profundamente acongojado,mientras la llevaba al segundo piso.

"Tan joven" 

La dejó en la habitación y salió inmediatamente. No soportaba ver a niños enfermos. A pesar de que no le afectaba la sangre o las vísceras expuestas -como había visto en varias ocasiones-  le resultaba muy difícil no sentirse descompuesto cada vez que llegaba un niño accidentado o enfermo. 
Apenas terminó de bajar, justo frente a la recepción, vino a ocurrir el hecho que estaba por poner de cabeza su -aparentemente- apacible noche de trabajo. Los ojos se le abrieron asombrados. De sorpresa,de susto, de incomodidad;  y sintió un nudo apretándole el estómago. Ya no se trataba solo de aquella niña que yacía desmayada en su cama del segundo piso; había decenas, en los brazos de sus padres, tíos, abuelos. Decenas de criaturas desvanecidas, como si durmieran tranquilamente. Vio el pánico en los rostros adultos, un pánico que no iba a tardar en expandirse como una mancha de tinta en el agua.
04:45 Hospital General Fleming

-La cosa se ha descontrolado bastante.
Isaac escuchaba a su compañero Luis, sentado en su silla de hierro dentro del edificio de vigilancia.Su turno había terminado,pero decidió solamente tomarse un receso, atento a cualquier llamado que pudiera surgir. Luis era un empleado de vigilancia que cubría el turno de la madrugada; se habían hecho buenos amigos en poco tiempo, quizás porque Luis provenía de una familia muy pobre y entendía la precaria situación de Isaac antes de su incorporación como personal del hospital. Lo supo incluso esa noche -la primera en que se desempeñó como camillero- cuando salió a fumar al enorme patio trasero y lo vió arrugado en una esquina, cubierto con su amplio piloto de lluvia. Se había colocado en uno de los descansos de la escalera de servicio, un sitio que se usaba poco y que protegía muy bien de la inclemencia del clima . Luis se le había acercado y ofrecido un cigarrillo; así de simple,como cuando conoció a Sara. Parecía tener un aura especial que le ganaba la confianza de las personas con bastante sencillez.
-¿Qué crees que sea?
Formuló la pregunta hundido en sus propias cavilaciones, casi hablando consigo mismo. Luis lo miró ,apoyado en la ventana. 
-Ni idea. Es sorprendente tener tantos casos de golpe. Han dicho que llegaron alrededor de treinta y cuatro chicos desmayados en menos de ocho horas. Y hasta donde sé, ninguno despertó todavía.
-¿Sabés algo de los otros hospitales?
-Nada. Pero puedo preguntar.
El guardia exhaló la ultima bocanada de humo y arrojó la colilla con destreza . Rebuscó en su bolso y sacó el celular,poniéndose de inmediato a redactar un mensaje. Una vez enviado, se quedó esperando en silencio. Había muy poco para decir; notó la turbación en Isaac  y sabía que en esos casos era mejor no forzar una charla. Al cabo de unos minutos, una roja lucecita parpadeó en la esquina superior del teléfono mientras sonaba una melodía cualquiera ; Luis leyó detenidamente el mensaje y se quedó tieso, sin separar la vista de la pantalla que emanaba una luminiscencia lechosa. Isaac levantó la cabeza,aguardando, observándolo con gesto interrogador,pero no recibió ninguna respuesta  . 
-¿Qué dice?

Luis se limitó a alcanzarle el celular,sin decir palabra. Lo tomó con mano insegura y leyó la pequeña ventana azul del whatssap:
"Amigo, acá es una revolución. No sé que estará pasando,pero ojalá termine ahora,porque si seguimos así,para dentro de unos días no habrá camas disponibles en toda la ciudad. Los doctores tampoco saben cual puede ser la razón y siguen llegando mas niños cada hora. Imaginate, en menos de ocho horas ya tenemos al menos cuarenta chicos hospitalizados. Nunca vi nada parecido. Si tenés noticias sobre qué puede estar pasando,por favor avisame. Me preocupa que mi hija esté expuesta a lo mismo."
Isaac casi deja caer el aparato al suelo. Aquello era una locura. Había estado presente cuando la pandemia de dengue y zika, y ni en esos momentos era tal el caudal de pacientes que llegaban. Y lo peor era que solamente estaba afectando a niños. ¿Qué clase de virus o bacteria era tan selectiva como para ignorar a los adultos? Algo como la viruela, quizás, alguna mutación de una enfermedad infantil. Pero,¿ un ataque tan rápido y de efectos tan inmediatos? 
-No podemos hacer nada,mas que esperar un diagnóstico de los médicos. Una vez se sepa cual es el origen de estos extraños desmayos, ya van a poder tomar medidas preventivas. Sería mejor que te relajaras y descansaras un rato. Yo voy a informarme de cualquier cosa y si te necesitan,te aviso.
Luis le dio unas palmadas en el hombro y se alejó hacia la casilla. Como si estas palabras hubieran tenido un potente efecto narcótico,Isaac se dejó caer sobre un sillón, quedando dormido profundamente, como todos esos niños que yacían en sus camas de hospital. Tuvo una horrible pesadilla, en la cual vió las calles vacías,en silencio; solamente él,caminando sin ningún rumbo,como un zombie consciente que ya no volvería a comer jamás.
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sábado, 1 de octubre de 2016

El diario de Macedonio: El viejo Roque


Don Roque era un viejo sabio. Vivía en el segundo piso de una pensión destartalada a la vuelta de casa. Yo era muy chico por aquella época para entender la magnificencia de su mente privilegiada, pero sospechaba -desde mi ignorante inocencia- en ese hombre arrugado, de ojos celestes descoloridos, que avanzaba lentamente por la vereda del barrio encorvado, apoyando su peso en un bastón de madera y que hablaba entre dientes expulsando el humo de su pipa tallada; digo, sospechaba cierta grandeza de espíritu en ese cuerpo enjuto.
Cuando me sentaba a jugar con los soldaditos en la entrada de casa y veía pasar a Don Roque, abandonaba la tarea de acomodar los pequeños y verdes miembros de infantería sobre el piso -simulando el desembarco de Normandía- , para seguirlo con la mirada; me imaginaba estando frente al anciano maestro de David Carradine en la serie Kung Fu. Así de grosa era la impresión que me causaba ese hombre, y no era para menos. Supe, muchos años después, que se trataba de un gran erudito en muchas áreas; un estudioso de la vida y de las mas variadas ciencias conocidas por el hombre; por no decir que era un lector avezado, capaz de terminarse un volumen de quinientas páginas entre el almuerzo y la hora de la cena  como si nada. Tenía chapa de filósofo y pude atestiguarlo en muchas ocasiones. cuando remontaba alguna de sus partidas de ajedrez con Apolonio, el sastre de la esquina. Era todo un deleite oírlo hablar sobre la vacuidad de la existencia o la perentoriedad de los deseos, aunque yo -claro- no entendía un carajo de sus prolongadas e intrincadas reflexiones nietzcheanas. Pero lograba conmoverme, eso sí; más que los dibujos animados de la tarde o los colosos de Titanes en el ring. Tal vez yo traía algo desde la cuna, la intuición de un busca-talentos, como mi madre.
Cierto día, Don Roque notó con angustia que los pobres ingresos, que le significaba su pensión de ex empleado del ferrocarril, comenzaban a resultar escasos. No tenía familia a la que recurrir, o mejor dicho: la tenía ,pero estaba irrevocablemente distanciado de ellos. Su hijo Arnaldo jamás le perdonó el haberlo abandonado de chico ,dejándolo con su tía Rosa, mientras que su hermana Rosa no le perdonaba el haberle encajado un bebé de ocho meses mientras ella cursaba sus estudios universitarios; y todo para irse de viaje a España con el fin de  reencontrarse consigo mismo ( o con la hermosa Berta, la única mujer que amó en su vida).

La solución que encontró para paliar su frágil situación financiera fue -cuando menos- genial, fabulosa; digna de una mente aventajada: vendería sabiduría. Y así lo hizo. Desconozco los misteriosos mecanismos utilizados por Roque, pero dieron resultados asombrosos. No tardó en invadir el zaguán de la destartalada pensión, una procesión de pibes del barrio y aledaños. El se limitaba a venderles fragmentos de su vasto conocimiento. No les enseñaba ni oficiaba de mentor, nada de eso; esas prácticas tan ortodoxas no eran propias de su virtuosismo. Les daba saberes puntuales directamente sin intermediar esfuerzo cognitivo alguno por parte del cliente. Roque les ahorraba la tediosa tarea de leerse a Kafka o de estudiar las investigaciones de Lavoisier; acortaba el camino que va desde la más absoluta ignorancia hasta la posesión preciada de un conocimiento empírico o bien, artístico. Ya no tendrían que ir a la biblioteca a quemarse las pestañas desempolvando viejos libros; atrás quedaron los apuntes, las horas de clase aburridas y los embarazosos momentos en Babia ante algún interrogante formulado por el presentador de un programa de preguntas y respuestas en la tele.

El negocio de Roque iba viento en popa; se lo veía con mejor semblante y de buen ánimo; cada tanto -incluso-  se pagaba la ronda de tragos para todos lo parroquianos en el bar de Benito. Se compró una boina nueva, a cuadritos, y un sobretodo gris, elegante; también cambió su antiguo bastón astillado por uno reluciente con punta de aluminio. Pero esa época de abundancia le duró poco y nada .Al cabo de algunos meses de comercio, Roque empezó a notar que se volvía cada vez menos lúcido. Había vendido casi todos sus conocimientos y aunque todavía conservaba una enorme inteligencia,  sus temas de conversación se agotaban de forma alarmante. Pero lo peor,lo que más afectó su pobre alma fue presenciar la espantosa malversación de la que ,sus saberes perdidos, eran víctimas. Muchos insensibles utilizaban los datos comprados  para asuntos triviales como impresionar a minas en los asaltos; otros para volverse campeones invictos de Tuti-Fruti y los menos -no por ello menos grave- para soplar en clase a cambio de favores de todo tipo.
Era un cuadro dantesco, el peor escenario posible. Estaban destrozando sus años de apasionada curiosidad, de sincero amor por el descubrimiento ilimitado del universo. Usando sus queridos pedazos de sapiencia para giladas; porque -lo supo después- los pendejos que acudían a su pieza en la pensión, se iban más cargados de información que antes, pero igual de sonsos. ¿De qué servía meterles en sus cabecitas huecas tan hermosos contenidos,si no sabían como usarlos adecuadamente? Como si comprasen el auto de Ayrton Sena, pero no supieran conducir; o las zapatillas de Michael Jordan y no haber tocado un balón de basket en la puta vida. De nada sirve poseer un arma tan poderosa como lo es el conocimiento y carecer de la pericia necesaria para hacer que rinda verdaderos frutos .

El caso es que  una tardecita, mientras me hallaba contando los espacios vacíos en mi álbum de figuritas, una sombra sempiterna me oscureció el panorama y me obligó a levantar la vista. Ahí estaba Don Roque parado frente a mí como si se tratase de una aparición fantasmal. En seguida, de su garganta  brotó esa voz tan conocida por mí, con ese timbre pedregoso, profundo  e hipnotizador.

"Pibe - me dijo- ¿querés completar ese album?"

Yo me quedé extasiado. Era como si Papa Noel me hubiera visitado a mi domicilio, ahorrándome la redacción  de la tediosa cartita anual, en la que siempre pedía una bicicleta que nunca llegó.

La cuestión era sencilla: Roque estaba decidido a recuperar sus conocimientos vendidos, y para ello solo había encontrado una solución posible:la del latrocinio. Yo,por supuesto, estaba encantado con la idea, ignorando el verdadero significado detrás de todo eso, tanto el valor que poseía la empresa para él ,como las consecuencias legales y morales que podía acarrear aquella aventura . Pero para mí se trataba tan solo de eso: una aventura, y no hay ni había nada en el mundo, capaz de movilizarme más que la posibilidad de ser partícipe de una aventura cualquiera. Acepté de inmediato bajo promesa de discreción absoluta. 
Mi trabajo consistía en espiar a través de las ventanas, y en ocasiones oficiar de distracción tocando a la puerta de las casas donde habitaban los clientes de Don Roque, mientras que él se colaba por alguna abertura y con vaya a saber qué misteriosas técnicas, se robaba los datos que había vendido anteriormente. Nuestro raid delictivo se prolongó por unas tres semanas de arduo y periódico trabajo; estratégicamente elegíamos las víctimas mas potables y nos llevábamos la mercancía en un santiamén. Mientras más repetíamos las maniobras,más hábiles nos volvíamos, hasta el punto de empezar a disfrutar de esa actividad ilegal. Cierto día incluso,mientras tomaba unos tragos en el bar, Don Roque sacó a relucir un tema del que jamás en su vida había hablado; al día siguiente me encontró sentado en el arenero del parquecito.

-Muchacho, creo que nos robamos un conocimiento ajeno.

Devolver dicho conocimiento a su legítimo dueño fue una Odisea. Por suerte ese error no volvió a repetirse. 
Don Roque regresó a ser el mismo de siempre con el tiempo y gracias a su ayuda pude completar mi álbum de figuritas. La historia del robo se convirtió en nuestro gran secreto, ni siquiera a mi padres ni a mis amigos mas cercanos se los conté jamás. El viejo y yo nos hicimos grandes amigos, yo empecé a visitarlo a menudo a su pieza desordenada y me quedaba una o dos horas oyéndolo contar con una notable excitación sus fabulosas historias, sus anécdotas de viajes increíbles y sus trágicos cuentos de amor y muerte. Una vez me pareció verlo llorar mientras hojeaba un ajado cuaderno,sentado en un sillón enorme de mimbre; lo vi a través del hueco de la puerta entreabierta; entonces me di la vuelta y volví a casa. Había descubierto que Don Roque era tan humano como yo, y que detrás de su poderosa mente había un hombre desvencijado y frágil.  

Cuando falleció, una mañana fría de Julio, algunos pocos amigos fueron a despedirlo. Fue un triste funeral casi vacío; yo me quedé mirando desde lejos junto a un pino alto, mientras su modesto ataúd descendía en una fosa común sin lápida, apenas una crucecita de madera marcando el lugar del tesoro.
Esa misma tarde subí las escaleras hasta la pieza de Don Roque, y sorprendí a la casera revolviendo entre sus pertenencias. En un arranque de locura quise arrebatarle un viejo maletín que en ese momento tenía entre las manos y éste voló por el aire desparramando un centenar de hojas por todo el suelo. La dueña del lugar me miró con cierta mezcla de fastidio y condescendencia mientra yo hacia esfuerzos por contener el llanto.

"Acá solo hay basura,nene. Llevate lo que quieras si querés."- me dijo y salió al pasillo.

Después de estar sentado,inmovil en el piso por media hora, respirando la acritud del tabaco  y el olor a tinta en el aire, algo despertó en mi interior.Supe lo que quería ser en el futuro: un hombre sabio como lo fue Roque, pero nada de eso ocurrió a pesar de mis esfuerzos. Se que no me alcanzarán los años que me restan para alcanzarlo, y sin embargo me siento pleno. Todos pensaban que nada de valor había en ese cuartucho sucio, pero yo me llevé el maletín con sus notas; son las que me permitieron descubrir al hombre, esas notas se convirtieron en libros, en mi forma de resucitarlo y contagiar al mundo de la misma fascinación que yo siento por su historia. 

Estas páginas que me han permitido conocer el éxito son sus palabras,solo suyas. Yo me robé la sabiduría de un hombre que mereció la gloria y no la obtuvo en vida. 
Yo soy un ladrón miserable,pero se que él me perdonará algún día.




viernes, 2 de septiembre de 2016

Anita

"

Desde que empecé a trabajar en la empresa de mi tío,fui dejando muchas cosas de lado, costumbres, manías, nimios placeres como sentarme a leer un buen libro;  hasta que el abandono indiscriminado se convirtió finalmente en una práctica irreversible. Todo esto sucedió de manera inconsciente e imperceptible para mi sobrecargado cerebro.
El hábito de la lectura se me había escapado sin que yo supiera bien cuando sucedió; un día cualquiera simplemente perdí el placer de hojear los libros, como quien deja de desear a un amante. Sobre una pared, en el estante, permanecían cubiertos por una fina capa de polvo, ejemplares olvidados de la literatura clásica y contemporánea, junto a material de estudio y otros libros cualquiera que dispuse ordenadamente solo con el fin de llenar el espacio. Allì podía ver el lomo rojizo de Madame Bovarie recostada sobre un grisáceo ejemplar de La guerra y la paz; a un lado el blanquecino de las obras de Paul Auster y mi incompleta colección de Rafael Sabatini. Mas allà se codeaban Robert Dawkins e Isaac Asimov ante la impasible presencia de Alexandre Dumas. Cada vez que dirigía la vista hacia la irregular fila de libros sucios, sentía un tibio dejo de nostalgia. Alguna vez yo también intenté escribir unos breves cuentos, pero no pude avanzar mas allá de unas cuantas páginas. En la computadora quedaron los archivos de Word, flotando melancólicamente en el escritorio, como recordatorio de ese viejo capricho que tuve en un tiempo ya lejano y lleno de proyectos juveniles. De vez en cuando abría uno de ellos y releía esas líneas escritas vigorosamente con excesivamente analizada prosa. Me reí mas de una vez pensando en los estúpidos sueños que representaron esas palabras, alguna  vez; con sus letras en negrita y sus absurdos barroquismos. El mundo real no era un lugar para jugar al poeta. Era un lugar lleno de necesidades perentorias que no daban tiempo a distraerse en esos menesteres secundarios. No, señor. Eso lo había aprendido tras años de decepciones acumuladas y de confirmaciones, contantes y sonantes, acerca de la vida adulta. Yo era el resultado de aspiraciones demasiado pretenciosas, las cuales no pudieron siquiera dar un primer paso; habían muerto antes de nacer.

De aquella colección de historias inconclusas, la mayoría era producto de experiencias personales. Tal vez fuera que ya no tenía la suficiente imaginación como para crear un mundo propio, con sus respectivos personajes de ficción y sus vivencias simplemente inventadas. Me veía obligado entonces a indagar en mi memoria y robar fragmentos del pasado con los cuales llenar las páginas.
Nunca pude darle cierre a ninguna de mis narraciones- redundo- pero una de ellas siempre me ha gustado por sobre las demás y en mas de una ocasión hice inútiles esfuerzos por terminarla. Le había puesto por título “La novia invisible” y tenia principalmente cosas tomadas del verano de 1994, cuando pasé mis vacaciones en una casa de campo en Misiones, y mi posterior regreso a clases. Yo tendría unos doce o trece años recién cumplidos y empezaba a ingresar en esa etapa de la vida en que  los niños dejamos de ver a las niñas como meros estorbos para nuestros juegos y empezamos a enfocar la mirada en detalles que antes carecían de importancia. El color de las pupilas, la forma delicada del lóbulo de la oreja, el dibujo de la boca, el registro de la voz, la forma de caminar, de gesticular; todas piezas de un ente que tiempo atrás solo era una criatura más, antropomorfa y asexuada, cobrando ahora un significado cuasi mágico, capaz de mover fibras desconocidas y despertar súbitamente emociones nunca antes experimentadas. En esa etapa de remolinos hormonales y confusiones acerca de las relaciones con el sexo opuesto, yo regresaba al colegio después de aquellas semanas de vacaciones en las que sucedió poco y nada. No tenía grandes historias que contar a mis compañeros, ni  anécdotas que recordara con especial entusiasmo. Mientras tanto, uno a uno, los demás varones del aula narraban con ojos brillantes, sus incursiones en el novedoso mundo del amor; acaso contando el primer beso; acaso asombrándose ante detalles como el perfume  de las mujeres o  las diferencias en la textura de la piel. 

Yo escuchaba sus aventuras románticas evitando participar activamente, a sabiendas de la humillación que eso podía representar. Estaba empeñado en proteger mi hombría a toda costa, ya fuera eludiendo el asunto o, si la situación lo ameritaba, esgrimiendo el más elaborado engaño, como finalmente sucedió.

Fue un alumno del cual no tengo mayores registros, el que me abordó una mañana durante uno de los recreos. Jamás recuperé del olvido sus exactas palabras o las mías. La conversación se inició como tantas otras, con algún chisme subido de tono, haciendo referencia a la formación de parejitas dentro del ámbito escolar, hasta que rápidamente devino en un interrogatorio despiadado sobre mi vida amorosa. Yo era muy torpe para casi todas las cosas que requiriesen socializar, pero si en algo me destacaba a esa edad, era en la construcción de fábulas con las que me lucía en la clase de Lengua. Y no dudé un segundo en echar mano a esas dotes literarias para elaborar toda una serie de mentiras, meticulosamente entrelazadas con hechos verídicos y detalles fácilmente comprobables. Así corrió la voz  sobre Ana, la hermosa rubiecita, hija de inmigrantes polacos, de la cual me había enamorado en el amplio patio de aquella casa de campo. A medida que la solicitud sobre  los detalles de mi relación aumentaban, iba decorando mis relatos con elementos cada vez mas concretos; que si sus ojos eran verdes o azules; los nombres de todos los miembros de su familia; donde y cómo fue que le robé su primer beso, mientras los adultos pescaban en un arroyo que atravesaba la propiedad. Tal fue el empeño que le puse a no dejar ningún cabo suelto, que llegó un momento en que yo mismo había comenzado a caer en la red de engaños, confundiendo escenas de mi vida real con las invenciones que surgían como escupitajos de mi boca. 
Para mitad de año, todo el mundo daba por sentado que yo tenía un noviazgo a larga distancia y esa era una verdad indiscutible. Anita se había trasformado en un tema habitual de conversación dentro de mi círculo mas cercano sin que nadie sospechara en lo mas mínimo. Nadie se cuestionó nunca la existencia de mi novia invisible. No me pidieron jamás ver alguna fotografía suya o me preguntaron cuándo iba a visitarme; yo me adelantaba a sus pensamientos plantando pistas, poniendo excusas y organizándole a Ana todo tipo de compromisos ineludibles. El único momento en que podíamos vernos era durante las vacaciones y los fines de semanas largos. Incluso, si no viajaba con mi familia, me tomaba el trabajo de inventarme también un viaje acompañado por algún familiar lejano.
 Aunque pueda sonar descabellado, el noviazgo duró dos años completos, con sus veinticuatro meses correspondientes, hasta el día en que Ana decidió que ya no podíamos seguir sosteniendo ese tipo de relación. Sus padres tenían tradiciones muy firmemente arraigadas y ya habían escogido un futuro esposo para ella. Aunque le doliera aceptarlo, ambos sabíamos que lo nuestro no iba a durar eternamente; la distancia era un impedimento muy grande para que prosperara. Así fue como un día de Enero, recibí una carta en que me informaba con enorme pena que ya no nos volveríamos a ver nunca más a favor del deseo de su familia. Me decía también que había sido muy dichosa esos dos años y que no me iba a olvidar jamás. Una carta muy emotiva con un precioso trazo manuscrito, que denotaba el carácter delicado de la mano que la había escrito. A decir verdad, me había tomado muchas horas de ensayo y error poder lograr ese efecto y ocultar mi ruda caligrafía.
La razón verdadera de la carta y la ruptura de mi relación con Ana, había sido otra mujer, Melisa. Me había enamorado perdidamente de ella y necesitaba desembarazarme de cualquier compromiso para allanar el terreno. Al final fue en vano ya que Melisa eligió corresponder a las proposiciones del abanderado de la clase, Edgardo, un aplicado muchachito de bien posicionada familia y maneras un tanto delicadas. 
Extrañamente sentí un curioso vacío después de eso; era la ausencia de aquella esbelta polaquita que nunca existió mas que en mi desbordada y enferma imaginación. Creo que en verdad llegué a quererla como quien se enamora de la idealización de un sueño impalpable, como un primer indicio de este desequilibrio que acompaña hasta hoy y que me mueve como la manos espasmódicas de un titiritero a su muñeco destartalado.
 Por única vez en toda mi vida,  perdí dos amores en un brevísimo espacio de tiempo. Curiosamente, ninguno de ellos llegó a concretarse en absoluto. 
Tal como mis ingenuos intentos de ser escritor...o de volver a ser feliz."







lunes, 29 de agosto de 2016

Caminatas







Dicen los especialistas que caminar es una sana actividad. Recorrer un promedio de cinco kilómetros diarios ayuda a fortalecer el corazón, reduce la posibilidad de sufrir enfermedades como asma o diabetes, baja considerablemente los niveles de stress, entre muchos otros beneficios . Claro que eso tendría una mayor relevancia en mi vida si yo no estuviera poseído por esta obsesiva e irrevocable intención de suicidarme cualquiera de estos días. No pregunten el por qué; la vida es una mierda según los depresivos y los pesimistas, o una bendición y una oportunidad de ascender a otro plano,según algunos locos. Yo -en cambio- ejerzo una filosofía de vida muchísimo mas compleja y profunda; de tal magnitud que ni yo mismo la entiendo. Así es que puedo asegurar que no realizo las prolongadas caminatas con el fin de mantener un equilibrio físico ni mental. Después de todo,llevo caminando mas de 10 kilómetros por día desde hace catorce años, o quizás quince, de forma tal que se ha convertido en algo mecánico y natural  como respirar. No hay razones trascendentales detrás; no existe una motivación mística; nada de trastornos compulsivos. Simple y mero capricho nacido en misteriosas circunstancias
No existe nada mas sagrado e inmutable que mi periódica rutina de salir a caminar la ciudad. Nada me detiene de abandonar la cama temprano, calzarme las zapatillas y vagar por más de tres horas sin destino. Ya sea que llueva durante cuarenta días con sus cuarenta noches; descienda la temperatura al punto de congelar el turbulento río Paraná, o el calor sea tan insoportable que me recuerde la insensatez de aquellos míticos diez  hermanos soles  de la China; nada me disuade de realizar mi invariable liturgia.
No hay demasiadas cosas en mis solitarias caminatas que sean dignas de ser contadas , salvo por el incidente peculiar de esa mañana.
Arranqué como todos los días. Me desperté a eso de las siete menos cuarto; me vacié dos tazas de café bien cargado -un delicioso café venezolano que intercambié por un par de porros con Lucho, un artesano hippie con el me cruzo casualmente desde el 2005, y con el que desarrollamos una especie de amistad fundada en el gusto en común por la misma música, las mismas ganas de vivir y la marihuana de dudosa calidad. Salí como siempre, hacia ninguna parte; mi método consiste en dejarme llevar. Voy como una bola de pinball; desviándome cuando me topo con algún obstáculo,  yendo a favor de la gravedad, del viento, de la inclinación del terreno o cualquier factor externo de carácter fortuito.
Ese día,recuerdo, deambulé por las silenciosas callecitas del barrio El Palomar -el jardín sagrado de mi primera infancia-  y cruzando la avenida Rademacher,encaré para el río, calle abajo, tropezando con la piedras salientes de una cortada paralela a Trincheras de San José. Lopez Torres, Marconi, Roque Saenz Peña. Como si estuviera en piloto automático, avanzaba perdido en una nube de imágenes surrealistas, cavilaciones absurdas y sinsentidos existencialistas; fumándome un infumable cigarrillo importado porque no llegaba para el Philip Morris 10; pensando en que tal ese vez sería un buen día y un colectivo internacional salido de control  me pasaría por arriba; sin dolor, sin preámbulos; algo inesperado y carente de cualquier tipo de ceremonia previa. Sería algo genial,pensaba; yo no tengo ni la mas remota intención de lanzarme bajo las ruedas de un bondi -no todavía- , sino que esperaba a que el azar hiciera lo suyo; un golpe de suerte que me apagara súbitamente como un corte de luz imprevisto.  Seguí adelante , embobado, como buscando un pokemon pelotudo en la punta de mis pies, o en las ventanas altas de un departamento coqueto de tres plantas con balcones vidriados.  Bordeo La Placita, tuerzo en Sarmiento, doblo en Triquiñuelas ( siempre me causó gracia esta nombre) y enceguecido por el sol que se izaba implacable sobre el río sucio, me topo con Santa Fe, solo para retomar de nuevo la avenida Saenz Peña. Cubro la costanera en un suspiro -o fue acaso ilusión- hasta encontrarme subiendo por Gobernador Roca con paso plomizo.
Fue a la altura de Urquiza y Aguado, (¿ o fue Areco?), no importa. Lo cierto es que mientras luchaba por quitarme un chicle de la zapatilla ,escucho claramente un automóvil frenando con estrépito a unos cuantos metros delante de mí; apenas con la vista periférica noto una sombra salir del lado del conductor ,rodear el capot y ponerse justo enfrente, de forma tal que me cortaba el paso. Forcejeando todavía con la pastosa goma que se negaba a abandonar el nicho que formaba el dibujo de la suela de mi Nike pirateada, alcé la vista con desgano hasta toparme con el rostro del aquel desconsiderado ciudadano que estaba interrumpiendo mi sagrada actividad.

-¡Hijo de puta! ¡A vos te quería agarrar!

No imaginan mi sorpresa ante semejante comienzo. En seguida me vinieron a la mente esas telenovelas que se quieren hacer las transgresoras con su lenguaje chabacano y sus lugares comunes costumbristas.

-¡Te voy a reventar,sorete!

Lo dicho. Mucho cliché para mi gusto en apenas tres oraciones.

-¡ Hoy vas a morir vos!¡¿Me escuchaste?!

Estaba por aguarle el parlamento confesándole que a mí se me había ocurrido primero esa idea, pero no quise alterarlo aún más, porque...como decirlo. No he revelado algo importante. Y es que dejé fuera de foco , un detalle trascendental: la negra y pesada pistola al final del brazo del tipo, que me apuntaba con su negra boca directo al entrecejo. Omití mencionar este singular objeto para darle mayor dramatismo al relato, puesto que yo no colaboré demasiado con esa reacción que se espera de alguien a quien están apuntando con un arma de fuego . De eso se percató también mi aspirante a verdugo, porque noté como sobrevolaba en sus desorbitados ojos una sombra de incredulidad .

_Vos -dudó un momento- ¡Vos sos el que anda con Alma!

-¿Alma en el sentido "pneumático" de la palabra o en qué sentido?

Su confusión aumentó de manera alarmante.

-¡Alma,mi novia! ¡Vos sos el tipo al que vi hace media hora en un auto con ella,besándose!¡No me tomés de pelotudo!

Recordé aquella creencia popular de que todos tenemos un doble exacto en algún lugar del mundo. Lo que nunca imaginé fue que el mío estuviera tan cerca.

-Hace media hora estaba a la altura de la avenida Corrientes, más o menos ,si no me fallan los cálculos.

Los ojos de mi atacante giraron en sus órbitas como un globo pinchado ,alocadamente. Me sentí un poco culpable de estar echando a  perder su plan vengativo.Decidí ayudarlo un poco porque no soportaba la idea de dar a luz a otro potencial suicida en esta ciudad tan conservadora.

-Decime,flaco. ¿Dónde me dijiste que viste a tu novia con mi dopelganger?

-¿Dopel-qué? ¿Estás tratando de safarte de esto? ¿Me estás cargando hijo de puta?

Su cuerpo se envaró de golpe y luego lo atacó un estertor nervioso que no presagiaba nada divertido.

-Bajá un cambio,loco. Yo no me meto con tu vieja; dejala tranquila a la mía que ya bastante tuvo con haberme engendrado. Y si vas a seguir apuntándome tratá de no mover tanto el brazo que por ahí sale torcido el disparo y me dejás parapléjico.

Pensé que ese sería el golpe del knockout, y que terminaría por pegarme un tiro o por subirse al auto e irse lo más lejos posible, absolutamente indignado. Sin embargo noté que algo había eclosionado en su interior. Para mi sorpresa, bajó el arma y me miró de manera escrutadora.

-¿En serio no sos vos?


-¿Lo dudabas?

-Sos igualito. La misma remera, el pelo...aunque.

-Yo no tengo auto.

-Ese detalle lo acabo de considerar recién ahora.Aparte de que no veo que estés asustado para nada.Eso me hizo dudar.

-Decime,entonces ¿dónde los viste?

-En el motel detrás de la Brigada de Monte XII. Los vi cuando entraban y esperé hasta que salieran para seguirlos.

-Y supongo que los viste salir.

-Bueno...en realidad me descuidé un poco. Yo laburo de temprano  ¿viste?  A las 4 de la mañana me levanto. Me dormí sin querer por un minuto y me pareció escuchar que salía el auto del tipo. Entonces...

-Saliste a buscarlos a tun-tun.

-Bueno...no recordaba bien la marca del auto,solo el color.Y al tipo lo recordaba por algunos rasgos.

-Sos realmente lamentable. Podrías haber asesinado a algún inocente por error.

-Disculpame. En serio. Estuve re mal.

-Nah. No lo decía por mí. A mi me daba igual si me hacías boleta.

Su cara era una película de Pixar con tantos colores y  caricaturescas muecas  de asombro desfilando en ella.

-No te hagas drama. Yo también tuve problemas con mujeres varias veces,y aunque no salí a matar a nadie, quise hacerlo conmigo mismo. Tengo ese impulso auto destructivo que no es para nada recomendable si tenés proyectos a largo plazo.

-Que mal.-me dijo en un tono comprensivo.

-Sí.Realmente una mierda todo, pero ya no me pasa casi. El trastorno distímico hace que al final te acostumbres.

Me observó con una curiosidad creciente, en la seguridad de que se había topado con un loco al cual era mejor dejar ir.

-¿Querés que te cuente la primera vez que me arruinó la vida una mina y me pegué una sobredosis de Rivotril?

-No-No.Gracias.Dejá nomás. Seguro que fue algo jodido.

-¿Tenés una foto de ella?

-¿De mi novia?

Sin esperar a que le respondiera,sacó su celular y me mostró un selfie tomada en un baño de un boliche y me la puso frente a la jeta.

-Hum. Linda mina.Con razón te la quieren serruchar.

-No digas eso,boludo. Mirá que todavía no se me pasa la calentura.

-No te pongas mal.La vida da muchas vueltas. ¿Y hace cuanto tiempo salen juntos?

-Vamos a cumplir un año el próximo mes.

-¿Y por ese lapso de tiempo compartido ibas a quitarle la vida a su amante?

-Bueno. ¡Vos sabés cómo se siente!

-Sí, yo sé, por eso te digo. No importa que te comas veinte años en prisión,pero imaginate la primera plana de los diarios, los noticieros sensacionalistas. ¿No tenés familia vos?

-Si, tengo.

-Bueno. No tenes idea de cómo les ibas a arruinar la vida. Lo tuyo carece de la necesidad de todo análisis, porque es consecuencia de tus propios actos absurdos...pero tu familia,pobre, va a tener que arrastrar un estigma social para siempre . Muy egoísta eso de tu parte.

En este punto exacto me pareció que ya había retrocedido en sus intenciones homicidas de manera innegable.

-Boludo...soy un pelotudo,en serio. Mirá lo que estaba por hacer en la calentura del momento.

-A veces nos tomamos muy en serio las cosas que merecen ser desdeñadas. Antes de mandar al carajo la vida de un desconocido,la tuya y la de toda tu familia, por un asunto banal, fumate un porro y meditalo bien. Un año de noviazgo es una mierda; es nada.

-Y yo que casi te reviento. Me siento re mal ahora.

- No te acongojes. Vivimos a mil y todo lo queremos solucionar a los tiros. Así es la sociedad actual,incapaz de buscarle múltiples salidas a un problema. Considerando que lo tuyo ni siquiera es un problema. Deberías cortar por lo sano y buscarte otra cosa.


Con la cabeza caída sobre el pecho respiraba hondamente, apesadumbrado como si efectivamente hubiera cometido un asesinato.


-No sé...no sé como disculparme,che. ¿Querés que te acerque a alguna parte?Te invito algo.

-No.Dejá. Yo prefiero caminar. Pero haceme un favor...deshacete del arma; te va traer solo problemas. Es más. Dejame que yo la tiro al Mártires cuando llegue allá,porque por ahí te cruzás con tu novia y sentís la tentación de nuevo.

Dudó un instante y finalmente me pasó la pistola tomándola por el cañón.

-Tenés razón. Me enceguecí. Soy medio loco a veces y no me controlo.

-Andá sin cuidado, tomate algo fresco y olvidate del asunto. Lo mejor es que lo charles con ella y decidan qué hacer.La verdad ante todo.

-Sí,eso voy a hacer. Gracias,loco.

-No es nada. Siempre me pasan estas cosas.

El auto se fue lentamente, con una serenidad que reflejaba la de su conductor. Yo me quedé ahí parado un minuto, pensando en que la vida es curiosa algunas veces, sopesando el arma y riendo por dentro.
Reanudé mi marcha tarareando "The beautuful people" mientras blancos nubarrones rasgaban el cielo como cuchillas . Me felicité por haber salvado dos vidas en un día, o tal vez fueron tres o más, aunque no haya sido ni remotamente mi intención. Me reconfortaba el hecho de haber conseguido un arma, que siempre es una opción efectiva por si se me ocurre cumplir con mi siempre postergado cometido. Lo único que lamenté fue que no me hubiera dejado contar la anécdota de la sobredosis de pastillas; estoy seguro que le habría fascinado saber que Alma fue mi primer amor.













viernes, 26 de agosto de 2016

Yo era un pavote desinformado








Ayer,como al pasar, escuché a mi tía repetir una frase que flota en el discurso cotidiano de los últimos tiempos con aires de certeza irrefutable: "Los chicos de hoy son mas vivos que los de antes".
Me parece que en esa frase existe un error de análisis muy grosero. Los pibes de hoy salen tan pelotudos como los de nuestra época, pero con una diferencia sustancial. Nosotros fuimos boludos ignorantes, en cambio los chicos de hoy en día son boludos informados.
En estos tiempos de omnipresente tecnología ,basta tan solo un touch aquí o allá para tener acceso a un universo de datos de todo tipo, ya no hay filtro que valga. Novedades al instante sobre el conflicto en Medio Oriente, los quilombos financieros locales, las reseñas de la últimas Olimpiadas o la pornografía mas variada que uno se pueda imaginar. Todo con abrir una pestaña nueva.
Repasando mi historia me topé con un recuerdo que pone de manifiesto esta teoría de que las generaciones presentes y pasadas comparten una ingenuidad innata, alterada ocasionalmente por la adquisición -voluntaria o no- de  conocimientos que vengan a mermarla o a contaminarla.

Yo rondaba los 11 años de edad, esa etapa de la vida en que pisamos la delgada linea que nos separa de un mundo nuevo por descubrir. Y es que en los albores de los años 90' no sabíamos casi nada de nada que no estuviera estrechamente relacionado con nuestras actividades académicas o lúdicas. No había internet, en casa no contábamos con televisión por cable,  ni remotamente sospechábamos que algún día los teléfonos se llevarían en un bolsillo.  Nuestro espectro de saber se limitaba a nuestro entorno mas inmediato y eso era todo. Pero había una puerta  -de las pocas- que  podía echarnos un poco de luz sobre el mundo por venir; y esa puerta eran los hermanos mayores. A través de ellos nos llegaban las noticias del nuevo continente llamado "adolescencia". Quien contaba con un hermano algunos años mayor, corría con cierta ventaja al tener la posibilidad de obtener datos valiosos sobre ese misterioso territorio al que aún no arribábamos y que se nos antojaba tan lejano como el Paraíso terrenal.

Mi hermano mayor, Martín,y yo teníamos relaciones muy poco cordiales, en parte porque ya no compartíamos actividades similares ni entornos en común, ni nada. El naufragaba en su propio mar de rateadas del colegio y puchos escondidos bajo la cama, mientras que yo todavía seguía entusiasmado con los juegos de plaza. Resulta que después de más de una década sin ninguna mejora, la municipalidad había decidido remozar  nuestra vieja plaza Urquiza, y eso sirvió para despertar de nuevo mi interés. Sin embargo, a pesar de que apenas nos hablábamos,  mi hermano me confió un día cierta gracia que  había aprendido por ahí: se trataba de  hablar en "chi". Aunque pueda sonar como algo complejo, era una de una de las prácticas mas difundidas en nuestro país, y según la región, sufría diferentes variantes. La gracia era sumamente sencilla; bastaba con anteponer la sílaba "chi"  a cada sílaba que pronunciábamos al hablar. Así "solución" se convertía en "chisochiluchición". El chiste además,consistía en dominar esta práctica al punto de acelerar la velocidad de nuestro discurso sin confundirnos ,lo cual aumentaba la perplejidad de quien nos escuchaba y no estaba al tanto del código utilizado por nosotros. Era la máquina Enigma de nuestro tiempo, un ingenio de espionaje ideal para intercambiar información sin ser atrapados por oídos indiscretos.

Una de esas tardes en que nos balanceábamos en una especie de hamaca comunitaria con mi amigo Victor, decidí confiarle ese lenguaje secreto,porque bien se sabe, un lenguaje solamente conocido por una persona es tan inservible como el primer teléfono de la historia. En pocos días, Victor había dominado por completo la técnica, por lo que nos dedicamos a tener extensas charlas en "chi" para satisfacción de nuestros pequeños egos infantiles y el asombro de los imberbes anónimos que ocupaban los juegos cercanos.
La vida marchaba como siempre, con esa rutinaria liturgia que tiene un niño a  los 10 años. Todas las tardes después del colegio, pasaba por lo de Victor y jugábamos una carrera hasta la plaza, y ahí nos pasábamos al menos dos horas saltando desde el nivel superior hasta el arenero, trepando el tobogán por la parte resbaladiza o subidos a la hamaca comunitaria (un tablón para cuatro personas,sujeto por unas barras paralelas que permitían balancearse lateralmente). Así fue como conocimos a Carolina, una preciosa doncella de cabellos castaños y ojos verdes,que casi inmediatamente  puso mi mundo patas para arriba. Puedo decir sin reparos que ella fue mi primer amor. Hasta esa fecha solo había visto a las mujeres como entes asexuados y cuya única misión en Ta tierra era la de entorpecer las actividades de los varones, pero aquella beldad de bucles inquietos y voz cristalina me flechó sin dar tiempo a que pudiera hacer el mínimo intento de resistencia.
Desde entonces entré en ese lamentable estado del enamorado enajenado, que es aún más patético cuando viene de la mano de la inexperiencia mas absoluta. Me dedicaba a realizar malabares sobre las estructuras tubulares poniendo en riesgo mi integridad física, buscaba temas de conversación que me parecían de elevada estatura , practicaba un fingido aunque sutil desinterés por ella; todo con la finalidad de conmover su corazón y ganarme su absoluta simpatía. Y es que ni siquiera imaginaba que algo como "amor" entrara en mi diccionario, me bastaba el halago de una predilección que me pusiera por encima de los demás, incluso por encima de Victor. Una de las maniobras a la que recurría con bastante frecuencia para lucirme frente a Carolina, era precisamente desplegar todo mi talento hablando en "chi".  Victor me seguía la corriente y llegábamos a entrar en una tácita competencia por ver quien utilizaba las palabras mas difíciles de ser pronunciadas y quien lo hacía con una mayor velocidad.
En medio de estas charlas,podía distinguir los ojitos acuosos de mi musa, destellando por el asombro y la admiración más sincera. Esos eran momentos de regocijo para mi joven alma, que brotaba como una semilla bajo el influjo de una mágica lluvia . Cada día que pasaba sentía que estaba dando un paso más hacia mi objetivo, solo necesitaba armarme de paciencia y no echar a perder mi minucioso plan. Pero el Destino tiene esos berrinches y se encapricha con sazonar nuestras vidas con algún condimento inesperado. Así fue como caí en cama,preso de unas fiebres fulminantes a mediados de otoño. Fueron cinco días de suplicio, soportando el caldo caliente y el té negro como único alimento y viendo las paredes celestes de mi pieza como único paisaje.
La tarde del sexto día,cuando estaba casi repuesto del todo -a decir verdad exageré mi mejora- salí como una tromba en dirección a la plaza. Victor y Carolina estaba meciéndose en la hamaca cuando me vieron llegar; noté una especie de sobresalto en ambos,pero mi cerebro no llegó a analizar ese detalle hasta muchos años después. Me senté en un extremo ,de modo que Caro quedó entre ambos y estaba obligada a girar la cabeza cada vez que uno de nosotros le dirigía la palabra. Me daba pena someterla a semejante esfuerzo,pero no estaba dispuesto a renunciar a su proximidad. En un momento determinado y sin mediar advertencia alguna, mi amigo me lanza un preciso

"¿Chia chivos chite chiguschita chiechilla?.

Fue una bofetada que no esperaba, eso era algo no se lo había confesado ni siquiera a él. Me lo había reservado para mí mismo como una joya valiosa, la piedra de toque que no compartiría con nadie en el mundo, solo con la propia Carolina cuando fuera el momento indicado.
La preciosa niña, la culpable de mis insomnios,  se giró y me observó con sus grandes lunas verdes, y yo -aunque sabía que ella ignoraba lo que Victor había preguntado- me sentí plenamente turbado, incómodo como nunca antes. Decidí hacer todo lo posible para que Victor no sospechara mis sentimientos hacia Carolina.

"¡Chiporchisuchipueschito chique chino! -dije alzando el tono un poco-

"Chini chilochico"-agregué.

La melena castaña ondeó en el aire cuando giró su terso cuellecito hacia Victor y después hacia mí en un veloz movimiento.Sentí el calor emanando de su cuerpo a escasos centímetros, percibí con mayor nitidez su perfume a frutillas justo cuando su encantadora boca se arqueaba para regalarme una sonrisa maravillosa; entonces su voz escapó en una bandada de aves invisibles,flotando sobre un aliento mentolado, y la pude oír como entre sueños: "Chivos chitamchipochico chime chiguschitás. "
Acto seguido, le dirigió una mirada cómplice a Victor y de un salto se puso en pie.

"Que suerte que podemos ser buenos amigos" . Dijo,abandonando el lenguaje secreto.

Ese día perdí la voz ,junto con un pedazo de alma y unos gramos de mi corazón quebrado. Sentí por primera vez el verdadero infierno de la traición. Victor le había revelado nuestro secreto mejor guardado; a ella, a una niña, a la niña que yo amaba. Era demasiado para mi cerebro confundido.
Soporté dos días más la metralla de sus obsecuentes palabras, pero cada vez  que Carolina hablaba me dolía más, entonces supe, de su propia boca, que estaba enamorada de Victor. Me lo hizo saber una tardecita mientras ella se balanceaba en la hamaca y yo hacía equilibrio sobre el "arco iris" metálico; todo alrededor nuestro se había teñido de naranja y ya no quedaba nadie jugando cerca de nosotros.

"Me gusta Victor" dijo mirándome de lado.

"¿Crees que yo le gusto?" me preguntó acto seguido.

Detuve mi acto de funambulismo y me fui sin responder a su pregunta. La dejé sentada en ese tablón de madera sin voltear siquiera una vez. Supe mas tarde que mi amigo había rechazado los sentimientos de Carolina. En realidad a él no le interesaba ella para nada. Fue cuando entendí ,que estaba destinado a caminar sobre el abismo para conseguir aquello que otros desdeñaban. A eso le llamo amor. O quizás sea locura. Años más tarde, durante un partido de volley en los intercolegiales, la volví a ver, sentada en la tribuna hinchando por el equipo de su colegio. Me levanté y desaparecí del gimnasio, como el eco de una vieja escena.  Ahí se quedó  ella, sentada en mis recuerdos hablando sola, para siempre.

En aquella época yo era un pavote como los pibes de ahora, pero desconocía muchas cosas del mundo.De haber estado preparado, tal vez -solo tal vez- el luto de aquella muerte primigenia no  habría perdurado hasta hoy."



domingo, 14 de agosto de 2016

"El colegio de las cortinas rojas" (2.1)




Día 1: El viaje ha durado mas de lo que esperaba. Papá estuvo manejando toda la noche; solo nos detuvimos en una estación de servicio para comprar algunos víveres y unos atados de cigarrillos.La ruta hacia Lago Escondido es muy sinuosa y para rematar, estuvo lloviznando todo el tiempo. Yo no quise dormir ; me quedé mirando el paisaje oscuro.  Había muchas plantaciones -o lo que supuse plantaciones-  y casas que se divisaban a lo lejos, como unas lucecitas amarillentas apenas visibles. Sin duda me gusta la lluvia y disfruté el sonido de las gotas cayendo sobre el techo. Cuando llegamos a la ciudad, había un gran arco que nos recibió; era la entrada, pero en la densa oscuridad de la noche,parecía una enorme boca de pez. Me sentí como el desdichado Pinocho por un momento. No tardamos mucho en llegar a la casa que nos tocó; una especie de cabaña ubicada en una zona elevada,algo retirada de la ciudad. Los bosques circundantes no me daban muy buena espina. Apenas bajé del auto,un relámpago brilló, revelando esas formas altas, siluetas esqueléticas, que parecían extender sus brazos hacia mí. No pude dormir casi nada. Tuve un sueño extraño. No recuerdo;quizás fue una pesadilla. Me levanté a escribir esto último antes de olvidármelo. Espero que mañana la cosa mejore a la luz del día. 
Buenas noches,diario.


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Día 2: Me levanté bastante tarde, no me dí cuenta hasta que revisé mi celular. Papá ya se había ido a la oficina central para ponerse al tanto de todos los detalles antes de comenzar a trabajar. Por fortuna la casa está completamente amoblada. La heladera estaba repleta y la alacena también. Desde que el matrimonio de mis padres comenzó a tambalear,pasé muchas horas solo en la casa, así es que descubrí que me gustaba mucho la cocina como pasatiempo. "Vamos a ver que hay para el menú de hoy". Preparé café con tostadas y dejé listas la carne y las verduras para el almuerzo, me salió un salteado de lo mas delicioso. No tenía mucho para hacer y decidí recorrer la casa. Por dentro no había mucho que ver. Tiene tres habitaciones en planta baja y una especie de estudio subiendo las escaleras; una sala de estar con un gran sofá y una cocina estrecha que da al fondo, con una pequeña ventana a través de la cual se ve el bosque. Me recordó a esas películas de terror donde el brazo del asesino se cuela por la ventana de la cocina y sujeta a la víctima de turno. El patio es la mejor parte; basta con decir que es casi todo patio. Me costó distinguir donde termina el terreno y donde comienza el bosque. Lo primero que llamó mi atención fue el viejo galpón que está a unos veinte metros  de la casa, junto a un árbol seco, casi petrificado.  Me colé por una ventana, pues la entrada está asegurada con candado y cadenas, y asumí que las llaves las tenía papá seguramente. Dentro se podía oler el fétido aire, como de aceites y animal en descomposición. Por supuesto que iba a apestar de ese modo; no tardé en ver los grandes frascos apilados y en hilera sobre unas rústicas repisas. No se distinguían demasiado bien,pero adivinar era una cosa de niños: partes de algún animal o de varios; ojos, pezuñas, garras,orejas y órganos que no identifiqué. Pero eso no superaba a la magnífica colección de herramientas afiladas,punzantes y cortantes que colgaban de la pared del fondo. Asociando esos elementos: partes de animales muertos y armas blancas, cualquiera habría podido suponer que nos había tocado habitar la casa de algún psicópata amante del gore. Obviamente el mundo es mas aburrido que las películas pochocleras. Seguramente el antiguo ocupante de la casa mitigaba la monotonía de su rutina cazando animales silvestres; podría haberse tratado incluso de alguien que tuviera por hooby la taxidermia.  No habiendo encontrado nada mas que retuviera mi atención ,escalé sobre la mesa de madera para alcanzar la ventana. Fue entonces cuando una sombra indefinible apareció de la nada, cayendo justo detrás de mí, con un aullido de ultratumba que me golpeó el corazón. Espantado como nunca antes, mi cuerpo se movió solo,saltando por el hueco sin medir las consecuencias. Caí sobre la enorme rueda de tractor que había usado para entrar, con tal fuerza que se me vaciaron los pulmones. Los segundos que perdí la respiración me parecieron eternos; escuché entonces,muy claramente el sonido de algo que  trepaba la mesa,pesadamente. Y yo no podía moverme. ¡Tan solo contemplar el rectángulo de la ventana esperando que aquella sombra se asomara y me mirara directo a los ojos!...........



Quise recuperarme, pero el golpe había sido demasiado duro; sentía la ausencia de aire aún.  Estaba regalado,a merced de la criatura a punto de salir del galpón. Aunque miré en todas direcciones, no encontré salida.¡Era obvio que no iba a encontrar a nadie que me socorriera en ese alejado lugar de pinos y robles! ¡Qué idiota! De golpe agucé el oído. Había algo que podía percibir claramente .¡Se oía! La respiración como un fuelle viejo, silbando tras la pared de madera, acercándose. En un inútil intento de conservación arrojé una rama quebrada que estaba junto a mí, por el hueco oscuro y escuché un leve quejido. Por fin una pálida mano,engarfiada al marco,luego una cabellera oscura colgando,y un torso, emergiendo espasmódicamente. Ahogué un grito, o en todo caso me fue imposible gritar, todavía no recuperaba el aire. La forma se deslizó casi como por simple inercia,como un cuerpo muerto al que se deja caer; tras sus cabellos revueltos, suspendidos en desorden sobre un rostro fantasmal, me miraron; esos profundos e irreales ojos azules.

Me quedé sin aliento cuando aquella criatura se incorporó lentamente frente a mí. ¡Diablos!¡Como esos espectros de los films de terror japoneses! Solo cuando me dió un leve puntapié en un hombro y se quejó con voz meliflua, me devolvió el alma al cuerpo . 
"Idiota. Me diste justo en la cara con esa rama. Me dolió"
Esa "sombra" espectral que apareció de la nada,en realidad se llama Isabella y sí, es una chica. No salió de la nada, estaba en el altillo del viejo galpón/depósito y se asustó cuando vio que alguien mas estaba dentro, por eso trastabilló y cayó a mis espaldas. Suele meterse por la ventana para guardar su colección de piezas de animales muertos en accidentes de carretera o atacados por depredadores. El galpón está cerrado desde hace años y mi papá tampoco tiene la llave,como había supuesto en un principio. Esta extraña chica vive en las inmediaciones. No es un lugar tan aislado como pensaba, tan solo es que las espesas arboledas ocultan las demás propiedades. Todo esto me lo contó después, mientras tomábamos un chocolate caliente en el porche de la casa. Aunque me impresionó de manera negativa la primera vez, luego fui cambiando de opinión. Es una chica ciertamente linda,pero algo inusual. Vestía casi como un muchacho,con esa camisa de franela a cuadros y los jeans desgastados. Su tez es tan blanca que se pueden ver la venas azuladas tras la piel. Tiene una bonita voz,suave y tranquila. Charlamos un rato sobre los viejos habitantes de la casa. Se habían marchado hace rato,me dijo,al parecer porque no toleraban el clima. Le conté sobre el colegio al que iba a asistir y eso parece que la sobresaltó un poco. No sabría decir por qué. 
"¿El colegio San Bartolomeo?" -me preguntó con sus azules ojos muy abiertos.
Le resumí la historia del divorcio de mis padres y el asunto de la matriculación en ese colegio por medio de un amigo de papá. 
"Supongo que no todos conocen la historia,entonces" 
Lo dijo en un tono siniestro, como si hablara consigo misma.
"¿De qué historia hablas?" le pregunté
Se quedó mirándome un buen rato y secándose el chocolate de los labios con la manga de su camisa,me respondió:
"La historia acerca de la Noche de las cortinas rojas"
Esas palabras me produjeron un repentino picor en todo el cuerpo. Esa reacción que tenía de chico cuando no podía dormir,creyendo que algo me miraba desde el fondo del ropero.
Quise sacarle mas información, pero recordó que tenía algo que hacer y se le había pasado la hora. Me agradeció el chocolate y se fue corriendo hacia el fondo, desapareciendo tras los árboles.
Primer día y ya tuve un encuentro muy curioso. Espero poder dormir bien esta noche,sin tener pesadillas sobre esa "noche de las cortinas rojas" o lo que sea.
No pasó nada mas interesante,aparte de eso. Papá llegó bastante tarde. Lo escuché desde mi cuarto. Creo que hablaba con alguien o fue solo mi imaginación.
Tengo mucho sueño. Fue un día raro. Mejor duermo; solo tengo un día mas de descanso antes de empezar el colegio.

Buenas noches,diario.

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Día 3: 
Dormí como un tronco, como si recién hiciera efecto el cansancio del  viaje. No tenía ánimos para levantarme; odio los domingos. Yo lo llamo "el día muerto". Me parece el día mas funesto de la semana, insufrible. Una transición entre este mundo y la tierra de los muertos; un río Estigia que solo me recuerda a borrachos tropezando en la calle, música espantosa a todo volumen y angustiosa espera. Tuve que reunir todas mis fuerzas para abandonar la comodidad de la cama caliente. Cuando me levanté escuché voces en la sala; era papá con una persona desconocida. No me gusta entrometerme en sus asuntos, ni lidiar con los adultos, por lo que evité hacer contacto visual,escabulléndome hasta la cocina sigilosamente. Hice un café bien cargado y me dirigí de nuevo hacia el cuarto, pero tuve mala suerte y papá me vio deambulando por el pasillo. Me llamó para hacer las presentaciones pertinentes. ¡Qué horrible día! 
El sujeto que estaba charlando con mi padre es un viejo amigo de su juventud,según pude deducir de sus comentarios, se llama Horacio y vive en Lago Escondido desde hace mas de diez años. Fue quién ayudo a tramitar mi traspaso de colegio. Es bastante amable,de buenas maneras, quizás demasiado amable para mi gusto. Parece del tipo de persona que no dice todo lo que quiere decir, que se esfuerza todo el tiempo para resultar agradable. Me inspira esa misma desconfianza que los pastores de la televisión. Pero tal vez son ideas mías y nada más.
En un momento quedamos solos cuando papá subió a buscar una caja de papeles para mostrárselas a su amigo. Aproveché el breve intervalo para despejar una duda que traigo desde ayer.
"¿Puedo preguntar algo?"
"Claro.Decime"
"¿Qué es eso de La noche de las cortinas rojas?"
Me pareció ver un brillo dubitativo en su mirada; incluso se demoró en darme una respuesta como si su mente hubiera quedado tildada por un instante. Pero se repuso en seguida y comenzó a reír.
"¿Dónde escuchaste sobre eso"?
No se por qué,pero me pareció necesario proteger la identidad de mi informante.
"De por ahí, un blog de internet."- mentí
Me dijo que era solo una leyenda urbana para atraer turistas o algo así. La ciudad no tiene demasiados atractivos ni una historia muy rica que contar,por eso los habitantes se ocupan a veces de inventarse historias para darle algo de color a su aburrida vida, sobre todo los jóvenes, que tienen el don de aburrirse con demasiada facilidad. Me pareció una respuesta con pocos argumentos, pero debe ser verdad. Isabella tiene todo el aspecto de una joven que se aburre en una ciudad sin gracia. No sería raro que se haya inventado eso de las "cortinas rojas" o lo haya repetido de haberlo oído por ahí. 
Por la tarde salieron rumbo al centro en la Ranger de Horacio y yo me quedé solo. Aproveché para ordenar mis cosas; encontré mi pequeño telescopio entre la pila de cajas y lo acomodé en la ventana. El cielo en Lago Escondido se ve tan diferente al de la ciudad donde vivía; tiene un azul tan profundo y las estrellas se ven con tal nitidez, es como comparar una vieja tele con un plasma HD.
Mientras descansaba la vista,después de estar mirando algunas constelaciones un rato largo, noté algo moviéndose entre los árboles. Ya estaba oscureciendo,pero me pareció distinguir la negra cabellera de Isabella. No la vi hoy, pero tal vez volvió a meterse en el viejo galpón a dejar algunos de sus frascos de científico loco. La verdad es que tengo ganas de verla, no sé si es por ella,o en verdad tengo una curiosidad terrible por saber sobre esa historia -aparentemente una leyenda urbana-.
Aunque se trate de algo falso, siempre me intrigaron esas cosas. Mis interminables horas mirando X-Files o el canal ID,me han dejado un poco trastornado seguramente (^^). De todas maneras, sea ficción,fantasía o realidad, debe ser lo mas interesante que este lugar puede ofrecerme. 
A eso de las 8 de la noche me dispuse a preparar algo para la cena y fue cuando escuché un golpe seco sobre el techo. "Frutos de pino" pensé. Pero a los pocos segundos el sonido se repitió, y después una vez mas y otra y otra, a intervalos regulares. Eso ya no podía ser algo de la naturaleza. No soy un idiota, no iba a salir afuera en medio de la oscuridad preguntando "¿Quién anda ahí? Eso solo lo hacen para que funcione un flojo guión de película. Me quedé en silencio en la cocina, pero sosteniendo un enorme cuchillo  que tomé del cajón; no soy estúpido. El ruido cesó después de unos minutos.  Pensé que se había calmado todo por fin; guardé el cuchillo y seguí con lo que estaba haciendo. Me puse a lavar la tabla de picar en la batea y de golpe... ¡Por todos los demonios!¡Santo cielo! ¡Casi muero por segunda vez de un infarto en dos días que llevo en este lugar! ¡Y justo en la ventana!¡La diminuta ventana por donde se cuela el brazo del asesino en las películas de terror! ¡Ahí mismo el súbito golpe que me tumbó de culo al piso! ¡Sí, soy un idiota después de todo!¡Pero por Dios santo!¡Qué susto! ¡Era un pájaro!¡Un maldito pájaro se estrelló en la ventana!
El cristal quedó manchado de sangre, algunas plumas pegadas en el espeso líquido  rojo. ¿Qué tan desorientado puede estar un animal como para estrellarse de esa manera y a esa velocidad? Solo un animal muy estúpido...o acaso un animal muy asustado, como si huyera de algo. 
Creo que estoy dándome demasiado rollo con esto. Estoy empezando a volverme paranoico por nada, y todo porque Isabella  mencionó algo sobre una tonta leyenda urbana. Decidí no esperar a papá y cenar solo,como casi siempre. Me puse a ver algo de televisión. Qué curiosa coincidencia...dejé puesto un canal  cualquiera y, mientras  me disponía a roer el muslo de pollo frito,  empezó un viejo film que conocía de memoria: "The Birds" de Alfred Hitchcock. 
¿Una señal?
Este domingo fue un "día muerto", sin dudas.
No sé si decir buenas noches. Ya tengo miedo de que se repita otra pesadilla. Mañana por suerte cambia mi rutina. Por fin conoceré San Bartolomeo.
Buenas noches,diario.
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Día 4: 
Acá estoy,frente al enorme portón del Colegio San Bartolomeo. Me quedo un rato contemplando la extensa entrada. Es un sendero de piedras rojas que atraviesa un túnel natural de árboles y muere justo frente a la puerta del edificio principal. Es un edificio antiguo, de ladrillos y ventanas rectangulares,muy altas. Se puede percibir la humedad en el aire; hay un fría llovizna pegándome en la cara,pero me quedo contemplando un rato más. No se parece en nada a mi anterior colegio. No oigo risas ni gritos, el típico bullicio de adolescentes inadaptados. Me imagino un hospital, un hospital psiquiátrico, con sus habitaciones a prueba de golpes y puertas enrejadas; me imagino enfermeras viejas y obesas en lugar de profesores. Hay demasiado silencio; tanto que sospecho haberme equivocado de día. Tal vez el "día muerto" se había extendido 24 horas más. Quizás estaba repitiendo una misma jornada como en el Día de la marmota.  Me detiene un repentino sentimiento de temor. Quedo ahí,clavado en el suelo, viendo las sombras de los pinos alargarse; sin embargo puede más la curiosidad. Todo lo anterior son estúpidas conjeturas y divagues,producto de los extraños eventos de los pasados días . Cierro el paraguas y lo agito, salpicando el agua de la tela en todas direcciones.
"Ten más cuidado cuando hagas eso".
El chico pasó a mi lado,mirándome con mala cara. Era un rubio de frente amplia y cejas pobladas, peinado simétricamente con raya al medio. Supuse que era un niño rico,a juzgar por las maneras delicadas. Caminaba como si evitara tocar el suelo con sus lustrosos zapatos negros y mantenía una postura erguida,altiva: la espalda recta,los hombros en perfecta linea horizontal. Todo un ejemplar de pichón de alta alcurnia. Me encogí de hombros y lo seguí. Ni siquiera se volteó a verme una vez, como si estuviera a costumbrado a los rostros nuevos.
No había nadie en los pasillos,ni en el salón de actos,ni en el patio interno. Empecé a caminar observando el entorno; mis pasos se multiplicaban en numerosos ecos que rebotaban en los fríos muros y volvían hasta mí. No cabía duda de que la construcción era antigua; podía verlo en sus columnas y en el techo abovedado. La luz del sol apenas se colaba por los angostos ventanales; la penumbra se sumaba al silencio reinante creando una atmósfera apacible pero inexplicablemente inquietante. Sentía las presencias de otros que estuvieron antes de mí, flotando, mirándome con ojos siniestros desde sus viejas fotografías sepia -colgadas en las pare des-como si hubieran quedado sus formas impregnadas para siempre en el aire y en los muros de color indefinido. Más de una vez me han dicho que tengo un sentido muy desarrollado para percibir cosas que otros no ven. Eso no evitó que perdiera el rumbo. Me extravié sin darme cuenta ,subiendo escaleras y mirando al interior de las aulas cada tanto para ver si daba con el salón correcto. Cuando me disponía a recorrer por segunda vez la galería que circundaba el patio lleno de plantas, me detuvo alguien poniéndome una mano en el hombro. 
"¿Salvador Breccia?"
Estuve muy errado cuando imaginé a las obesas enfermeras. La señorita Helena era todo lo contrario.¡Vaya que sí lo era! Si tuviera que compararla,sería con una muñeca de porcelana. Muy delgada y alta, de brazos y dedos finos,delicados al tacto; los sentí cuando me rozaron la nuca al retirar su mano. Su cuello era largo,pero no demasiado; un cuello de cisne ,brillante y tentador. Llevaba el cabello castaño recogido en un conservador rodete. El vestido negro,entallado, abrazaba su figura como un guante de seda. Y ese perfume. ¡Qué fáciles de dominar somos los hombres! Ese aroma aciruelado,penetrante.... Tuvo que repetirme la pregunta por segunda vez y solo recién volví a meterme en el papel del alumno recién trasladado,olvidándome de los pensamientos voluptuosos de Giacomo.
"Sí...soy yo."
Se presentó. Helena Comté, preceptora de tercer y cuarto año. Me sonrió amablemente y me guió sin demora,hasta el segundo piso; el aula está en el ala este, al final de un pasillo que no había visto.
Cuando entré al aula,en medio de la clase de Francés, se hizo un silencio de funeral. Me paré al frente de la clase para que la señorita Helena hiciera las presentaciones. Repasé con la vista a cada uno de mis nuevos compañeros. Me dio la impresión de que veía en todos el mismo rictus,un mismo rostro con leves diferencias; como un copy/paste humano de facciones sin emoción alguna.
"Lo voy a  pasar genial, sin duda alguna."
Por suerte me tocó un banco del fondo,en la fila del medio. Hubiese preferido uno junto a la ventana,pero no puedo pedir más. Al menos, desde mi posición privilegiada, pude estudiar al resto de la clase, uno por uno. El bajito de lentes, la pelirroja de trenzas, el alto de nariz aguileña, la rellenita de voz aguda...y claro, cómo olvidarme: el niño bonito de simétrico peinado al medio. Su nombre,supe durante la hora de Filosofía, es Uriel. Apuesto un ojo a que sus padres se lo pusieron en referencia al Arcangel. Eso explicaría sus aires de superioridad. Un ser de luz entre simples criaturas de barro.
Todo fue de lo mas normal. No hablé con nadie y nadie se dirigió a mí en las primeras horas, pero cuando salimos a descansar al patio, durante el último recreo, tuve una breve interacción con otro peculiar ser humano. Yo estaba sentado en una esquina bastante alejado del resto, comiendo una barra de chocolate. Los miraba pasear, dispersos, en grupos de no mas de tres personas. No había corridas, ni voces alzándose, ni papeles arrojados. Me pareció que repetían un patrón de movimientos, yendo de aquí para allá con paso estudiado. En fin... locuras mías.
"¿Puedo?"
La voz sonó a mi derecha repentinamente. Me sorprendió de tal forma que perdí el último mosaico de chocolate que me quedaba, cayendo al piso. No tardó en ser abordado por un grupo de hormigas,mientras lo miraba con angustia.
"¡Mierda! Estaba rico"
Era el chico de la primera fila, penúltimo banco del fondo. Lo tenia registrado en mis retinas. Al parecer bastante tímido, por sus gestos corporales y su voz apenas audible. Me estaba señalando el espacio vacío a mi lado. Le dije que se sentara y obedeció. Llevaba el flequillo largo, tapándole las orejas y cuando se inclinaba le tapaba también los ojos, por lo que constantemente estaba acomodándose el mechón con el dedo meñique . Por un rato no hubo intercambio verbal, hasta que decidí tomar la iniciativa. Se llama Dante y al parecer escribe música. Me contó que está en el colegio hace bastante poco también; anteriormente no asistía a clases debido a un impedimento de salud que le exigía un reposo prolongado. Afortunadamente le recetaron un nuevo medicamento que le permite tener una vida "normal", dentro de todo. Me invitó unos alfajores caseros,que por supuesto no rechacé. Finalmente le pregunté por qué se había animado a hablarme cuando todo el mundo parecía ignorarme o poco menos. Solo me respondió con un nombre.
"Isabella"
Eso lo explicaba todo. Tenemos una amiga en común.
Estaba a punto de volver a insistir una vez más sobre el asunto del mito, pero Dante pareció adivinar mis intenciones.
"Esta noche ella va a pasar por tu casa. Si querés saber sobre algunas cosas en especial de este lugar, nos vamos a reunir a las ocho. Esperala junto al árbol muerto. Estás avisado. Me dijo que llevaras chocolate caliente en un termo."
Había demasiado misterio en todo esto. Ya me estaba empezando a sugestionar y eso -lo sé de sobra- siempre termina en cosas de las cuales después me arrepiento. ¡Pero al diablo todo!
Decidí que hoy iba a ir con Isabella y Dante. Estas preguntas me están carcomiendo la cabeza. 
Se hicieron las 19: 30. Estaba muy ansioso. Me senté en la baranda,frente a la casa, a esperar la hora convenida. Al parecer, por la mañana había salido muy dormido rumbo al colegio, porque recién entonces me di cuenta de los pájaros muertos - las cuencas de los ojos vacías- , devorados por las alimañas, junto a los mohosos peldaños de madera. 
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Llegamos hasta el sendero que rodea el pequeño lago que le da nombre al pueblo. Isabella mencionó, en un momento dado, el nombre  del lago, pero me lo olvidé; era un nombre de origen nativo, pronunciado en el idioma de una tribu ya extinta. Está aproximadamente a unos quince minutos de mi nueva casa. Descendimos  a pie,atravesando el bosquecillo ,ya que el lago se encuentra en el centro de una depresión del terreno. Dante habló casi nada mientras marchábamos, y cuando lo hizo,fue para decir que ese lugar siempre le pareció el nido de un gran pájaro monstruoso.  Había oscurecido,pero la luz de la luna iluminaba con una claridad tal, que podíamos ver hasta las pequeñas piedras del camino. Por fin nos topamos con una derruida construcción hecha de troncos, a la orilla del lago. Isabella se acercó a la puerta e hizo una maniobra con el destornillador que extrajo de su mochila; se escuchó el pasador deslizarse del lado de adentro con un sonido seco,entonces empujó la hoja que se abrió con un chirrido de bisagras oxidadas. Comprendí que era un sitio de uso habitual,ya que por dentro todo estaba bastante ordenado y limpio. Dante encendió unas luces de emergencia y el espacio interior quedó bastante iluminado. Había una mesa vieja, dos sillas de hierro y un banco de tablas; una descascarada taquilla azul de dos puertas y un anafe de campamento. En la pared del fondo colgaba un mapa y una repisa con libros de grueso lomo. Escogí el banco para sentarme y me quedé sin hacer nada. Isabella ,por su lado,tomó una barra de hierro de la taquilla y la usó para abrir la ventana tipo banderola. El silencioso Dante estaba cargando una cafetera -negra de hollín- con agua de una botella plástica que llevó consigo; vi como la colocaba sobre la hornalla encendida  y dejaba caer los saquitos de café dentro del recipiente; todo a velocidad de cámara lenta. Sobra decir que me había olvidado completamente de llevar chocolate caliente en un termo; me lo recordó varias veces en el camino.
"Vamos a ir a nuestro santuario privado" había dicho Isa (la llamaré así de ahora en adelante por mero capricho). Aquella solía ser una cabina de vigilancia,pero se dejó de utilizar hace muchísimos años. Ahora está abandonada, o casi. La historia del porqué, merece un párrafo aparte. Según su propias palabras, en esas aguas se había ahogado una mujer que visitaba furtivamente la casa por las noches, para verse con el guardia que la ocupaba, y con quien mantenía una relación ilícita. Tras su muerte, aparentemente el guardia había enloquecido, afirmando que la vio durante una madrugada tormentosa, emergiendo desde el fondo del lago, envuelta en un fantasmal vestido blanco, llamándolo insistentemente por su nombre: Marco...Marco...Marco...
"Qué locura. Debo reconocerlo. El lugar da miedo. Se presta para inventarse cualquier tipo de historias de ese calibre."- pensé 
Cuando Dante terminó de preparar el café, nos lo sirvió a cada uno en sendas tazas de losa. Isa ocupó una silla,sentándose al revés,con el respaldo hacia adelante,apoyando displicentemente los brazos en éste. Estábamos todos listos. ¿Listos para qué? Bueno; esa era la pregunta que me arrastró hasta ahí. Tenía esa repentina urgencia de conocer la historia completa,los detalles.   Afuera ,los grillos,ranas y peces habían iniciado una interpretación cavernosa, como fondo musical para el plomizo silencio que flotaba en la pequeña cabaña de troncos.  Por fin, tras unos sorbos de café caliente, se abrió el telón.
"¿Estás preparado para escuchar toda la historia?"
La voz de Isa sonó profunda, con ese tono oracular que tienen las brujas. 
"Claro que sí. ¿Por qué no lo estaría?"
"Dicen que si la historia se transmite a una persona que no haya nacido en Lago Escondido, la maldición vuelve a ocurrir."
Tragué el café de golpe, y con él, también la espesa saliva que me supo agria.  Otra vez el picor en las manos. Miré hacia donde estaba Dante,esperando ver un gesto de complicidad,como diciéndome "seguile la corriente". Pero solo pude ver sus ojos hundidos, tras la sombra de su largo flequillo, y la boca en una mueca indefinida. Eso no me tranquilizó. Pero no había de qué preocuparse. 
"Es una simple historia. No soy tan idiota como para caer en la broma de Isa. Seguro me está probando."
"No tengo miedo de esa clase de mitos."
Pareció como sí la hubiese decepcionado....no. Mas bien creo que fue como si se compadeciera de mí. Me lanzó una mirada de condescendencia.
"Allá vos y tu pobre alma condenada" pareció decirme.
"Adelante" -continué
"Está bien. Esta historia la escuchó mi mamá y su hermana, así como muchos otros de esta ciudad,que hoy están muertos. Pero eso nada tiene que ver con la maldición,pues todos habían nacido en este lugar, como Dante y yo. Pero la historia no sólo se esparció de boca en boca en aquellos tiempos...la verdadera historia de la noche de las cortinas rojas, está escrita en un viejo diario. Sabía que iba a ser poco creíble si te contaba la versión tal como yo la escuché la primera vez. Así es que decidí buscar ese manuscrito por mí misma para que lo leyeras esta noche. No fue fácil; me tomó toda la tarde de ayer poder dar con el diario. Lo habían escondido muy bien desde el último incidente. "
Recordé cuando me pareció verla anoche en el bosquecito detrás de casa.
"No me digas que el diario estaba escondido en ese viejo galpón también."
Me miró un tanto desconcertada.
"¿Por qué preguntás eso?"
"Pues,porque anoche te vi,desde la cocina, caminando cerca de casa."
"¿Estás seguro de eso?"
"Claro. Imaginé que venías de guardar una de tus piezas de animales."
Hubo otro silencio como al principio de la velada. Ominoso y pesado.
Al fin me miró fijamente con una macabra sonrisa en los labios; o lo que intentaba ser una sonrisa.
"Yo no estuve en Lago Escondido en todo el día. Llegué hoy temprano de Paso Verde, a donde fui,precisamente para buscar el diario."
Reproduje el recuerdo de la noche anterior, rebobinando las imágenes que estaban en mi retina. Observé una vez mas a Isa,de pies a cabeza: su camisa roja,arremangada; su pantalón de jean desgastado; sus zapatillas de lona.
"¡Dios Santo!"
En ese momento experimenté una sensación de escalofrío en toda la médula . Como si una lengua de hielo me lamiera desde la base de la espalda hasta el cuello. La imagen se había hecho patente en mi memoria.  Volví a verla nítidamente, como ayer. Entonces creí que lo estaba pensando para mí mismo,  pero lo dije en voz alta inconscientemente, con un aterrado hilo de voz:
"La chica que ví anoche llevaba un vestido blanco."

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Dante e Isa también habían sido testigos de las apariciones de la dama del vestido blanco en el pasado. O eso dijeron para sacarme del lamentable estado de perplejidad en el que me encontraba, al menos momentáneamente. De todas maneras, podía haber sido cualquier cosa; otra persona o un efecto óptico engañoso. Si estaba dispuesto a meterme de lleno en el mito de las cortinas rojas ,no podía flaquear con esa tontería. Una vez que volví a mi serenidad habitual y las tazas estaban completamente vacías y apiladas, Isa extrajo un cofre de madera de su mochila y la depositó sobre la mesa. Era una caja del tamaño de un albúm familiar;  en sus costados se apreciaban las ramas y hojas talladas finamente; sobre la tapa -en cambio- el tallado correspondía a unas iniciales : I. S. Cuando finalicé mi inspección, miré a Isa, que no mostraba ninguna intención de abrirla. Hizo un gesto con la mano,como cediéndome el paso en una cola del banco.
"Adelante."- murmuró
El viejo diario se reveló cuando quité la tapa. Era un cuaderno que fue rojo en algún tiempo lejano, sus hojas amarillentas estaban sujetas con hilos muy finos pero resistentes; cuando las palpé se sentían ásperas, esa aspereza del papel que ha sufrido todo tipo de efectos ambientales : humedad, calor, polvo.  Sus caracteres, en letra manuscrita, estaban deformados por la rugosidad de las páginas,pero seguían siendo legibles. Supe enseguida que la escritura pertenecía a una mujer; tenía esos arabescos,giros y bucles delicados, propios de una chica de secundaria; se percibía la energía juvenil en cada final y comienzo de palabra, como la sutil espiral en la cola de la letra "a". 
Empecé a leer las primeras lineas,pero en seguida la voz de Isa me detuvo.
"Esa parte no es necesaria. Saltate hasta la página que tiene una fotografía."
Hojeé el diario hasta que dí con la página. La foto estaba doblada por la mitad,justo en la parte superior de la hoja, la desplegué  observando la imagen retratada, algo borrosa. Se trataba de una joven, tal vez 15 o 16 años de edad, bastante bonita; tenía un largo vestido estampado -quizás con flores- hasta debajo de las rodillas; el cabello largo negro,suelto, le llegaba hasta la cintura; sobre la cabeza llevaba un sombrerito encantador con una cinta colgando hacia un lado. No pude evitar centrar mi atención en sus ojos, fríos y sin embargo expresivos, que me miraban desde su dimensión plana, contándome una historia que aún no se había escrito. La veía feliz, aunque tranquila,sin énfasis innecesarios. Era una muchacha que parecía fuera de su tiempo, como si estuviese compartiendo conmigo esa vieja cabaña en medio del bosque, en ese preciso instante. Tardé en notarlo - torpe de mí- , pero descubrí la razón que me provocaba ese extraño sentimiento de cercanía : la figura en la fotografía era Isabella. 
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Es mi bisabuela Ilaria. Hija de inmigrantes italianos que llegaron a finales del siglo XIX al puerto de Buenos Aires y se trasladaron a Lago Escondido cuando aún no se llamaba así."
Con esta declaración - al ver el asombro en mis facciones- Isa despejó todas las suposiciones acerca de su parecido con la adolescente de la fotografía. Acto seguido,me dispuse a leer las anotaciones que su bisabuela había hecho en el diario.
Voy a transcribir literalmente ciertos pasajes,pero no lo haré completamente. Después de terminar la lectura, quedé estupefacto. Los hechos narrados allí superaron mis expectativas. Aún conservo cada párrafo es mi mente y se niegan a desaparecer; peor aún: cada vez se vuelven las nítidos,al punto de transformarse en imágenes patentes y perturbadoras. 
Antes de proceder a repetir las palabras, voy a recordar la introducción que Isa se encargó de hacer para ubicarme cronológica y contextualmente en la historia.
Corría el año 1918. Los padres de Ilaria habían ocupado un lote cercano al lago, propicio para el cultivo y la cría de aves de corral y otros pequeños animales. La comunidad de Lago Escondido estaba creciendo con rapidez; no podía compararse con Buenos Aires, desde donde habían llegado hacía unos meses, pero en cuestión de semanas ya  se podían ver multitud de casas precarias donde antes solamente había arboles y gramilla. Estaba convirtiéndose en un reducido pueblo de inmigrantes y nativos; como tal, era solo cuestión de tiempo para que la gente necesitara cierto apoyo espiritual. Y este soporte vino de la mano del padre Augusto, quien llegó viajando desde un pueblo de Formosa, al norte,  donde había estado trabajando como misionero por algunos años.
Una vez que se levantó la parroquia de San Bartolomeo, la gente la convirtió en su centro de reunión, de debate y cualquier tipo de celebración. Todo pasaba por el padre Augusto y todo se decidía en la nave principal del edificio santo. No solo los inmigrantes concurrían,sino que también comenzaron a llegar nativos y descendientes de las tribus originarias. El sacerdote demostró sus dotes de misionero, convirtiendo a decenas de paganos en fieles cristianos. Era una época de paz y progreso. Un pequeño poblado tranquilo, alejado de la gran urbe e impregnada de un común deseo de prosperidad.
Fue entonces cuando la joven Ilaria comenzó a dejar sus memorias escritas.


"14 de Agosto:
El padre Augusto ha decidido reunir a los jóvenes en la parroquia para la organización del seminario. Yo no podré ir porque tengo todavía asuntos de mis estudios, y mamá es muy estricta en ese aspecto. Me ha dicho Amalia que la última vez, el padre estuvo algo raro; imagino que debe ser por los rumores que se han estado esparciendo. Dicen que va a venir un enviado desde la capital a reemplazarlo. Se ha encariñado tanto con Lago Escondido,que debe estar pasando por momentos de angustia, pobre.(...)"
15 de Agosto:
Hoy sucedió algo extraño. Encontré a Sayén,una niña nativa que está aprendiendo nuestro idioma, acurrucada en la cabaña detrás de la parroquia. Yo estaba yendo hacia la casa de Amalia, cortando camino a través del trillo que rodea el lago,  cuando escuché un leve quejido que venía desde el fondo de la vivienda. La pobre tenía marcas en todo su cuerpo,como de golpes con varilla,o latigazos, no estoy segura. Apenas balbuceó algunas palabras en su idioma,que no entendí. Lo único que dijo en español y alcancé a comprender, fue "diablo". Tengo la sospecha de que su padre o madre la golpea, así que huyó de su casa y encontró ese lugar junto a la iglesia para resguardarse. La entiendo.Si yo tuviera que esconderme,sería ahí mismo, lo mas cerca  posible de Dios . (...)
16 de Agosto: 
No puedo comer,ni dormir,ni siquiera he podido hablar. Amalia vino a casa temprano con una noticia. Yo estaba dando de comer a los animales en el corral y la vi llegar, pasando por sobre la cerca como siempre. Tardó en dirigirme la palabra; se había quedado muda ahí parada. Pensé que me estaba haciendo una broma o algo parecido, pero después vi el rojo en sus ojos; estaba seria como nunca antes. Siempre ríe y dice tonterías para contagiarme con su alegría, pero esta mañana era otra. Y eso me asustó de manera terrible. Pero no fue hasta que por fin pude lograr que hablara, que ese sentimiento de susto se convirtió en horror. Todavía no he podido volver a probar bocado,ni he bebido agua.No puedo contarlo con mis propias palabras, por eso repito las de Amalia:
"La pequeña Sayén.... la encontraron hoy temprano. Su cabeza,sus brazos,sus piernas,su torso.... pobrecita...separados, como si las hubiera arrancado una bestia a mordiscos. ¡Dios mío! Y no es lo mas espantoso....  estaban colgando de los árboles,atados con cintas rojas y plumas negras....¡como si fuera un asqueroso ritual para adorar al mismísimo demonio!"
Caí de rodillas al escuchar sus palabras. No pude volver a hablar desde entonces. Mi voz no es capaz de salir de mi garganta; el terror me está asfixiando...y la repugnancia al imaginarse su tersa piel morena desgarrada a jirones....desangrándose sobre la corteza del árbol.¡Santa María,líbranos del mal! 
Solo una palabra asoma en mi labios cada vez que trato de dormir ...y me quita el aire:
"Diablo...diablo...diablo"
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Al llegar a esa parte,detuve un instante la lectura. Pude contemplar en mi mente-como si la tuviera frente a mis ojos- el pequeño cuerpo desmembrado de la niña. De manera inconsciente retiré la vista de las páginas del diario y la dirigí hacia la ventana abierta de la cabaña. Iluminados por la blanquecina luz de la luna, los árboles parecían antiguos guardianes; totems protectores del bosque, tenebrosos y mudos, escondiendo -para sí- vaya a saber cuantos macabros sucesos del pasado. Posé mi atención en una rama cualquiera, perfectamente horizontal, como un brazo poderoso que se abría para impedir el paso a los profanadores. Vi entonces los cordeles rojos meciéndose de esa rama, las plumas negras anudadas, la sangre cayendo sobre la corteza rugosa como una savia oscura y  pegajosa. Oí unos gritos desgarradores provenientes de la profundidad del lago; tal vez solo se trataba del croar de las ranas y el chapoteo de alguna criatura nocturna, pero en mi cabeza se traducían en un código diferente. Eran gritos y llantos de niña, de un cuerpo diminuto siendo dividido en fragmentos aún mas diminutos, de la forma mas bestial posible; porque haya sido o no una bestia la que cometiera semejante atrocidad, aquello no podía llamarse humano de ninguna manera. Lo estaba pensando demasiado, o mejor dicho: no estaba pensando. Mi cerebro tan solo estaba dejándose llevar y mi cuerpo empezaba a tornarse sensible a su entorno. Pareció como si recién en ese momento me hubiese dado cuenta de donde estaba parado; el divorcio de mis padres, el viaje a Lago Escondido, el colegio San Bartolomeo, la extraña figura de blanco detrás de casa, el fantasma del lago, la cabaña abandonada en medio de un bosque macabro, el diario viejo, la criatura descuartizada en un espantoso ritual. Todo me cayó encima en un segundo y se sintió tal cual un muro aplastándome; un muro acuoso,frío; una ola sólida de sensaciones indefinidas. Muchas veces me han dicho que puedo percibir cosas que otros no ven. Se que es verdad, y es algo que no le deseo a nadie. Porque de no haber sido así, no podría haber visto aquel torso oscilando tétricamente de una rama, a través del hueco de la ventana, y junto al torso,una cabecita morena de largos cabellos con el rostro marcado por el miedo,apuntándome, con los ojos abiertos en toda su dimensión. Quise decir algo para convencerme de aquella ilusión, exorcizando esa imagen con alguna palabra cualquiera, para borrarla de mi vista, pero no fue necesario. Como si la propia casa hubiese percibido mi turbación mental, la barra de hierro saltó de su sitio y la ventana banderola cayó con todo su peso cerrándose con un estrépito que retumbó sobre la superficie del agua.
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