"Idiota. Me diste justo en la cara con esa rama. Me dolió"
Esa "sombra" espectral que apareció de la nada,en realidad se llama Isabella y sí, es una chica. No salió de la nada, estaba en el altillo del viejo galpón/depósito y se asustó cuando vio que alguien mas estaba dentro, por eso trastabilló y cayó a mis espaldas. Suele meterse por la ventana para guardar su colección de piezas de animales muertos en accidentes de carretera o atacados por depredadores. El galpón está cerrado desde hace años y mi papá tampoco tiene la llave,como había supuesto en un principio. Esta extraña chica vive en las inmediaciones. No es un lugar tan aislado como pensaba, tan solo es que las espesas arboledas ocultan las demás propiedades. Todo esto me lo contó después, mientras tomábamos un chocolate caliente en el porche de la casa. Aunque me impresionó de manera negativa la primera vez, luego fui cambiando de opinión. Es una chica ciertamente linda,pero algo inusual. Vestía casi como un muchacho,con esa camisa de franela a cuadros y los jeans desgastados. Su tez es tan blanca que se pueden ver la venas azuladas tras la piel. Tiene una bonita voz,suave y tranquila. Charlamos un rato sobre los viejos habitantes de la casa. Se habían marchado hace rato,me dijo,al parecer porque no toleraban el clima. Le conté sobre el colegio al que iba a asistir y eso parece que la sobresaltó un poco. No sabría decir por qué.
"¿El colegio San Bartolomeo?" -me preguntó con sus azules ojos muy abiertos.
Le resumí la historia del divorcio de mis padres y el asunto de la matriculación en ese colegio por medio de un amigo de papá.
"Supongo que no todos conocen la historia,entonces"
Lo dijo en un tono siniestro, como si hablara consigo misma.
"¿De qué historia hablas?" le pregunté
Se quedó mirándome un buen rato y secándose el chocolate de los labios con la manga de su camisa,me respondió:
"La historia acerca de la Noche de las cortinas rojas"
Esas palabras me produjeron un repentino picor en todo el cuerpo. Esa reacción que tenía de chico cuando no podía dormir,creyendo que algo me miraba desde el fondo del ropero.
Quise sacarle mas información, pero recordó que tenía algo que hacer y se le había pasado la hora. Me agradeció el chocolate y se fue corriendo hacia el fondo, desapareciendo tras los árboles.
Primer día y ya tuve un encuentro muy curioso. Espero poder dormir bien esta noche,sin tener pesadillas sobre esa "noche de las cortinas rojas" o lo que sea.
No pasó nada mas interesante,aparte de eso. Papá llegó bastante tarde. Lo escuché desde mi cuarto. Creo que hablaba con alguien o fue solo mi imaginación.
Tengo mucho sueño. Fue un día raro. Mejor duermo; solo tengo un día mas de descanso antes de empezar el colegio.
Buenas noches,diario.
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Día 3:
Dormí como un tronco, como si recién hiciera efecto el cansancio del viaje. No tenía ánimos para levantarme; odio los domingos. Yo lo llamo "el día muerto". Me parece el día mas funesto de la semana, insufrible. Una transición entre este mundo y la tierra de los muertos; un río Estigia que solo me recuerda a borrachos tropezando en la calle, música espantosa a todo volumen y angustiosa espera. Tuve que reunir todas mis fuerzas para abandonar la comodidad de la cama caliente. Cuando me levanté escuché voces en la sala; era papá con una persona desconocida. No me gusta entrometerme en sus asuntos, ni lidiar con los adultos, por lo que evité hacer contacto visual,escabulléndome hasta la cocina sigilosamente. Hice un café bien cargado y me dirigí de nuevo hacia el cuarto, pero tuve mala suerte y papá me vio deambulando por el pasillo. Me llamó para hacer las presentaciones pertinentes. ¡Qué horrible día!
El sujeto que estaba charlando con mi padre es un viejo amigo de su juventud,según pude deducir de sus comentarios, se llama Horacio y vive en Lago Escondido desde hace mas de diez años. Fue quién ayudo a tramitar mi traspaso de colegio. Es bastante amable,de buenas maneras, quizás demasiado amable para mi gusto. Parece del tipo de persona que no dice todo lo que quiere decir, que se esfuerza todo el tiempo para resultar agradable. Me inspira esa misma desconfianza que los pastores de la televisión. Pero tal vez son ideas mías y nada más.
En un momento quedamos solos cuando papá subió a buscar una caja de papeles para mostrárselas a su amigo. Aproveché el breve intervalo para despejar una duda que traigo desde ayer.
"¿Puedo preguntar algo?"
"Claro.Decime"
"¿Qué es eso de La noche de las cortinas rojas?"
Me pareció ver un brillo dubitativo en su mirada; incluso se demoró en darme una respuesta como si su mente hubiera quedado tildada por un instante. Pero se repuso en seguida y comenzó a reír.
"¿Dónde escuchaste sobre eso"?
No se por qué,pero me pareció necesario proteger la identidad de mi informante.
"De por ahí, un blog de internet."- mentí
Me dijo que era solo una leyenda urbana para atraer turistas o algo así. La ciudad no tiene demasiados atractivos ni una historia muy rica que contar,por eso los habitantes se ocupan a veces de inventarse historias para darle algo de color a su aburrida vida, sobre todo los jóvenes, que tienen el don de aburrirse con demasiada facilidad. Me pareció una respuesta con pocos argumentos, pero debe ser verdad. Isabella tiene todo el aspecto de una joven que se aburre en una ciudad sin gracia. No sería raro que se haya inventado eso de las "cortinas rojas" o lo haya repetido de haberlo oído por ahí.
Por la tarde salieron rumbo al centro en la Ranger de Horacio y yo me quedé solo. Aproveché para ordenar mis cosas; encontré mi pequeño telescopio entre la pila de cajas y lo acomodé en la ventana. El cielo en Lago Escondido se ve tan diferente al de la ciudad donde vivía; tiene un azul tan profundo y las estrellas se ven con tal nitidez, es como comparar una vieja tele con un plasma HD.
Mientras descansaba la vista,después de estar mirando algunas constelaciones un rato largo, noté algo moviéndose entre los árboles. Ya estaba oscureciendo,pero me pareció distinguir la negra cabellera de Isabella. No la vi hoy, pero tal vez volvió a meterse en el viejo galpón a dejar algunos de sus frascos de científico loco. La verdad es que tengo ganas de verla, no sé si es por ella,o en verdad tengo una curiosidad terrible por saber sobre esa historia -aparentemente una leyenda urbana-.
Aunque se trate de algo falso, siempre me intrigaron esas cosas. Mis interminables horas mirando X-Files o el canal ID,me han dejado un poco trastornado seguramente (^^). De todas maneras, sea ficción,fantasía o realidad, debe ser lo mas interesante que este lugar puede ofrecerme.
A eso de las 8 de la noche me dispuse a preparar algo para la cena y fue cuando escuché un golpe seco sobre el techo. "Frutos de pino" pensé. Pero a los pocos segundos el sonido se repitió, y después una vez mas y otra y otra, a intervalos regulares. Eso ya no podía ser algo de la naturaleza. No soy un idiota, no iba a salir afuera en medio de la oscuridad preguntando "¿Quién anda ahí? Eso solo lo hacen para que funcione un flojo guión de película. Me quedé en silencio en la cocina, pero sosteniendo un enorme cuchillo que tomé del cajón; no soy estúpido. El ruido cesó después de unos minutos. Pensé que se había calmado todo por fin; guardé el cuchillo y seguí con lo que estaba haciendo. Me puse a lavar la tabla de picar en la batea y de golpe... ¡Por todos los demonios!¡Santo cielo! ¡Casi muero por segunda vez de un infarto en dos días que llevo en este lugar! ¡Y justo en la ventana!¡La diminuta ventana por donde se cuela el brazo del asesino en las películas de terror! ¡Ahí mismo el súbito golpe que me tumbó de culo al piso! ¡Sí, soy un idiota después de todo!¡Pero por Dios santo!¡Qué susto! ¡Era un pájaro!¡Un maldito pájaro se estrelló en la ventana!
El cristal quedó manchado de sangre, algunas plumas pegadas en el espeso líquido rojo. ¿Qué tan desorientado puede estar un animal como para estrellarse de esa manera y a esa velocidad? Solo un animal muy estúpido...o acaso un animal muy asustado, como si huyera de algo.
Creo que estoy dándome demasiado rollo con esto. Estoy empezando a volverme paranoico por nada, y todo porque Isabella mencionó algo sobre una tonta leyenda urbana. Decidí no esperar a papá y cenar solo,como casi siempre. Me puse a ver algo de televisión. Qué curiosa coincidencia...dejé puesto un canal cualquiera y, mientras me disponía a roer el muslo de pollo frito, empezó un viejo film que conocía de memoria: "The Birds" de Alfred Hitchcock.
¿Una señal?
Este domingo fue un "día muerto", sin dudas.
No sé si decir buenas noches. Ya tengo miedo de que se repita otra pesadilla. Mañana por suerte cambia mi rutina. Por fin conoceré San Bartolomeo.
Buenas noches,diario.
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Día 4:
Acá estoy,frente al enorme portón del Colegio San Bartolomeo. Me quedo un rato contemplando la extensa entrada. Es un sendero de piedras rojas que atraviesa un túnel natural de árboles y muere justo frente a la puerta del edificio principal. Es un edificio antiguo, de ladrillos y ventanas rectangulares,muy altas. Se puede percibir la humedad en el aire; hay un fría llovizna pegándome en la cara,pero me quedo contemplando un rato más. No se parece en nada a mi anterior colegio. No oigo risas ni gritos, el típico bullicio de adolescentes inadaptados. Me imagino un hospital, un hospital psiquiátrico, con sus habitaciones a prueba de golpes y puertas enrejadas; me imagino enfermeras viejas y obesas en lugar de profesores. Hay demasiado silencio; tanto que sospecho haberme equivocado de día. Tal vez el "día muerto" se había extendido 24 horas más. Quizás estaba repitiendo una misma jornada como en el Día de la marmota. Me detiene un repentino sentimiento de temor. Quedo ahí,clavado en el suelo, viendo las sombras de los pinos alargarse; sin embargo puede más la curiosidad. Todo lo anterior son estúpidas conjeturas y divagues,producto de los extraños eventos de los pasados días . Cierro el paraguas y lo agito, salpicando el agua de la tela en todas direcciones.
"Ten más cuidado cuando hagas eso".
El chico pasó a mi lado,mirándome con mala cara. Era un rubio de frente amplia y cejas pobladas, peinado simétricamente con raya al medio. Supuse que era un niño rico,a juzgar por las maneras delicadas. Caminaba como si evitara tocar el suelo con sus lustrosos zapatos negros y mantenía una postura erguida,altiva: la espalda recta,los hombros en perfecta linea horizontal. Todo un ejemplar de pichón de alta alcurnia. Me encogí de hombros y lo seguí. Ni siquiera se volteó a verme una vez, como si estuviera a costumbrado a los rostros nuevos.
No había nadie en los pasillos,ni en el salón de actos,ni en el patio interno. Empecé a caminar observando el entorno; mis pasos se multiplicaban en numerosos ecos que rebotaban en los fríos muros y volvían hasta mí. No cabía duda de que la construcción era antigua; podía verlo en sus columnas y en el techo abovedado. La luz del sol apenas se colaba por los angostos ventanales; la penumbra se sumaba al silencio reinante creando una atmósfera apacible pero inexplicablemente inquietante. Sentía las presencias de otros que estuvieron antes de mí, flotando, mirándome con ojos siniestros desde sus viejas fotografías sepia -colgadas en las pare des-como si hubieran quedado sus formas impregnadas para siempre en el aire y en los muros de color indefinido. Más de una vez me han dicho que tengo un sentido muy desarrollado para percibir cosas que otros no ven. Eso no evitó que perdiera el rumbo. Me extravié sin darme cuenta ,subiendo escaleras y mirando al interior de las aulas cada tanto para ver si daba con el salón correcto. Cuando me disponía a recorrer por segunda vez la galería que circundaba el patio lleno de plantas, me detuvo alguien poniéndome una mano en el hombro.
"¿Salvador Breccia?"
Estuve muy errado cuando imaginé a las obesas enfermeras. La señorita Helena era todo lo contrario.¡Vaya que sí lo era! Si tuviera que compararla,sería con una muñeca de porcelana. Muy delgada y alta, de brazos y dedos finos,delicados al tacto; los sentí cuando me rozaron la nuca al retirar su mano. Su cuello era largo,pero no demasiado; un cuello de cisne ,brillante y tentador. Llevaba el cabello castaño recogido en un conservador rodete. El vestido negro,entallado, abrazaba su figura como un guante de seda. Y ese perfume. ¡Qué fáciles de dominar somos los hombres! Ese aroma aciruelado,penetrante.... Tuvo que repetirme la pregunta por segunda vez y solo recién volví a meterme en el papel del alumno recién trasladado,olvidándome de los pensamientos voluptuosos de Giacomo.
"Sí...soy yo."
Se presentó. Helena Comté, preceptora de tercer y cuarto año. Me sonrió amablemente y me guió sin demora,hasta el segundo piso; el aula está en el ala este, al final de un pasillo que no había visto.
Cuando entré al aula,en medio de la clase de Francés, se hizo un silencio de funeral. Me paré al frente de la clase para que la señorita Helena hiciera las presentaciones. Repasé con la vista a cada uno de mis nuevos compañeros. Me dio la impresión de que veía en todos el mismo rictus,un mismo rostro con leves diferencias; como un copy/paste humano de facciones sin emoción alguna.
"Lo voy a pasar genial, sin duda alguna."
Por suerte me tocó un banco del fondo,en la fila del medio. Hubiese preferido uno junto a la ventana,pero no puedo pedir más. Al menos, desde mi posición privilegiada, pude estudiar al resto de la clase, uno por uno. El bajito de lentes, la pelirroja de trenzas, el alto de nariz aguileña, la rellenita de voz aguda...y claro, cómo olvidarme: el niño bonito de simétrico peinado al medio. Su nombre,supe durante la hora de Filosofía, es Uriel. Apuesto un ojo a que sus padres se lo pusieron en referencia al Arcangel. Eso explicaría sus aires de superioridad. Un ser de luz entre simples criaturas de barro.
Todo fue de lo mas normal. No hablé con nadie y nadie se dirigió a mí en las primeras horas, pero cuando salimos a descansar al patio, durante el último recreo, tuve una breve interacción con otro peculiar ser humano. Yo estaba sentado en una esquina bastante alejado del resto, comiendo una barra de chocolate. Los miraba pasear, dispersos, en grupos de no mas de tres personas. No había corridas, ni voces alzándose, ni papeles arrojados. Me pareció que repetían un patrón de movimientos, yendo de aquí para allá con paso estudiado. En fin... locuras mías.
"¿Puedo?"
La voz sonó a mi derecha repentinamente. Me sorprendió de tal forma que perdí el último mosaico de chocolate que me quedaba, cayendo al piso. No tardó en ser abordado por un grupo de hormigas,mientras lo miraba con angustia.
"¡Mierda! Estaba rico"
Era el chico de la primera fila, penúltimo banco del fondo. Lo tenia registrado en mis retinas. Al parecer bastante tímido, por sus gestos corporales y su voz apenas audible. Me estaba señalando el espacio vacío a mi lado. Le dije que se sentara y obedeció. Llevaba el flequillo largo, tapándole las orejas y cuando se inclinaba le tapaba también los ojos, por lo que constantemente estaba acomodándose el mechón con el dedo meñique . Por un rato no hubo intercambio verbal, hasta que decidí tomar la iniciativa. Se llama Dante y al parecer escribe música. Me contó que está en el colegio hace bastante poco también; anteriormente no asistía a clases debido a un impedimento de salud que le exigía un reposo prolongado. Afortunadamente le recetaron un nuevo medicamento que le permite tener una vida "normal", dentro de todo. Me invitó unos alfajores caseros,que por supuesto no rechacé. Finalmente le pregunté por qué se había animado a hablarme cuando todo el mundo parecía ignorarme o poco menos. Solo me respondió con un nombre.
"Isabella"
Eso lo explicaba todo. Tenemos una amiga en común.
Estaba a punto de volver a insistir una vez más sobre el asunto del mito, pero Dante pareció adivinar mis intenciones.
"Esta noche ella va a pasar por tu casa. Si querés saber sobre algunas cosas en especial de este lugar, nos vamos a reunir a las ocho. Esperala junto al árbol muerto. Estás avisado. Me dijo que llevaras chocolate caliente en un termo."
Había demasiado misterio en todo esto. Ya me estaba empezando a sugestionar y eso -lo sé de sobra- siempre termina en cosas de las cuales después me arrepiento. ¡Pero al diablo todo!
Decidí que hoy iba a ir con Isabella y Dante. Estas preguntas me están carcomiendo la cabeza.
Se hicieron las 19: 30. Estaba muy ansioso. Me senté en la baranda,frente a la casa, a esperar la hora convenida. Al parecer, por la mañana había salido muy dormido rumbo al colegio, porque recién entonces me di cuenta de los pájaros muertos - las cuencas de los ojos vacías- , devorados por las alimañas, junto a los mohosos peldaños de madera.
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Llegamos hasta el sendero que rodea el pequeño lago que le da nombre al pueblo. Isabella mencionó, en un momento dado, el nombre del lago, pero me lo olvidé; era un nombre de origen nativo, pronunciado en el idioma de una tribu ya extinta. Está aproximadamente a unos quince minutos de mi nueva casa. Descendimos a pie,atravesando el bosquecillo ,ya que el lago se encuentra en el centro de una depresión del terreno. Dante habló casi nada mientras marchábamos, y cuando lo hizo,fue para decir que ese lugar siempre le pareció el nido de un gran pájaro monstruoso. Había oscurecido,pero la luz de la luna iluminaba con una claridad tal, que podíamos ver hasta las pequeñas piedras del camino. Por fin nos topamos con una derruida construcción hecha de troncos, a la orilla del lago. Isabella se acercó a la puerta e hizo una maniobra con el destornillador que extrajo de su mochila; se escuchó el pasador deslizarse del lado de adentro con un sonido seco,entonces empujó la hoja que se abrió con un chirrido de bisagras oxidadas. Comprendí que era un sitio de uso habitual,ya que por dentro todo estaba bastante ordenado y limpio. Dante encendió unas luces de emergencia y el espacio interior quedó bastante iluminado. Había una mesa vieja, dos sillas de hierro y un banco de tablas; una descascarada taquilla azul de dos puertas y un anafe de campamento. En la pared del fondo colgaba un mapa y una repisa con libros de grueso lomo. Escogí el banco para sentarme y me quedé sin hacer nada. Isabella ,por su lado,tomó una barra de hierro de la taquilla y la usó para abrir la ventana tipo banderola. El silencioso Dante estaba cargando una cafetera -negra de hollín- con agua de una botella plástica que llevó consigo; vi como la colocaba sobre la hornalla encendida y dejaba caer los saquitos de café dentro del recipiente; todo a velocidad de cámara lenta. Sobra decir que me había olvidado completamente de llevar chocolate caliente en un termo; me lo recordó varias veces en el camino.
"Vamos a ir a nuestro santuario privado" había dicho Isa (la llamaré así de ahora en adelante por mero capricho). Aquella solía ser una cabina de vigilancia,pero se dejó de utilizar hace muchísimos años. Ahora está abandonada, o casi. La historia del porqué, merece un párrafo aparte. Según su propias palabras, en esas aguas se había ahogado una mujer que visitaba furtivamente la casa por las noches, para verse con el guardia que la ocupaba, y con quien mantenía una relación ilícita. Tras su muerte, aparentemente el guardia había enloquecido, afirmando que la vio durante una madrugada tormentosa, emergiendo desde el fondo del lago, envuelta en un fantasmal vestido blanco, llamándolo insistentemente por su nombre: Marco...Marco...Marco...
"Qué locura. Debo reconocerlo. El lugar da miedo. Se presta para inventarse cualquier tipo de historias de ese calibre."- pensé
Cuando Dante terminó de preparar el café, nos lo sirvió a cada uno en sendas tazas de losa. Isa ocupó una silla,sentándose al revés,con el respaldo hacia adelante,apoyando displicentemente los brazos en éste. Estábamos todos listos. ¿Listos para qué? Bueno; esa era la pregunta que me arrastró hasta ahí. Tenía esa repentina urgencia de conocer la historia completa,los detalles. Afuera ,los grillos,ranas y peces habían iniciado una interpretación cavernosa, como fondo musical para el plomizo silencio que flotaba en la pequeña cabaña de troncos. Por fin, tras unos sorbos de café caliente, se abrió el telón.
"¿Estás preparado para escuchar toda la historia?"
La voz de Isa sonó profunda, con ese tono oracular que tienen las brujas.
"Claro que sí. ¿Por qué no lo estaría?"
"Dicen que si la historia se transmite a una persona que no haya nacido en Lago Escondido, la maldición vuelve a ocurrir."
Tragué el café de golpe, y con él, también la espesa saliva que me supo agria. Otra vez el picor en las manos. Miré hacia donde estaba Dante,esperando ver un gesto de complicidad,como diciéndome "seguile la corriente". Pero solo pude ver sus ojos hundidos, tras la sombra de su largo flequillo, y la boca en una mueca indefinida. Eso no me tranquilizó. Pero no había de qué preocuparse.
"Es una simple historia. No soy tan idiota como para caer en la broma de Isa. Seguro me está probando."
"No tengo miedo de esa clase de mitos."
Pareció como sí la hubiese decepcionado....no. Mas bien creo que fue como si se compadeciera de mí. Me lanzó una mirada de condescendencia.
"Allá vos y tu pobre alma condenada" pareció decirme.
"Adelante" -continué
"Está bien. Esta historia la escuchó mi mamá y su hermana, así como muchos otros de esta ciudad,que hoy están muertos. Pero eso nada tiene que ver con la maldición,pues todos habían nacido en este lugar, como Dante y yo. Pero la historia no sólo se esparció de boca en boca en aquellos tiempos...la verdadera historia de la noche de las cortinas rojas, está escrita en un viejo diario. Sabía que iba a ser poco creíble si te contaba la versión tal como yo la escuché la primera vez. Así es que decidí buscar ese manuscrito por mí misma para que lo leyeras esta noche. No fue fácil; me tomó toda la tarde de ayer poder dar con el diario. Lo habían escondido muy bien desde el último incidente. "
Recordé cuando me pareció verla anoche en el bosquecito detrás de casa.
"No me digas que el diario estaba escondido en ese viejo galpón también."
Me miró un tanto desconcertada.
"¿Por qué preguntás eso?"
"Pues,porque anoche te vi,desde la cocina, caminando cerca de casa."
"¿Estás seguro de eso?"
"Claro. Imaginé que venías de guardar una de tus piezas de animales."
Hubo otro silencio como al principio de la velada. Ominoso y pesado.
Al fin me miró fijamente con una macabra sonrisa en los labios; o lo que intentaba ser una sonrisa.
"Yo no estuve en Lago Escondido en todo el día. Llegué hoy temprano de Paso Verde, a donde fui,precisamente para buscar el diario."
Reproduje el recuerdo de la noche anterior, rebobinando las imágenes que estaban en mi retina. Observé una vez mas a Isa,de pies a cabeza: su camisa roja,arremangada; su pantalón de jean desgastado; sus zapatillas de lona.
"¡Dios Santo!"
En ese momento experimenté una sensación de escalofrío en toda la médula . Como si una lengua de hielo me lamiera desde la base de la espalda hasta el cuello. La imagen se había hecho patente en mi memoria. Volví a verla nítidamente, como ayer. Entonces creí que lo estaba pensando para mí mismo, pero lo dije en voz alta inconscientemente, con un aterrado hilo de voz:
"La chica que ví anoche llevaba un vestido blanco."
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Dante e Isa también habían sido testigos de las apariciones de la dama del vestido blanco en el pasado. O eso dijeron para sacarme del lamentable estado de perplejidad en el que me encontraba, al menos momentáneamente. De todas maneras, podía haber sido cualquier cosa; otra persona o un efecto óptico engañoso. Si estaba dispuesto a meterme de lleno en el mito de las cortinas rojas ,no podía flaquear con esa tontería. Una vez que volví a mi serenidad habitual y las tazas estaban completamente vacías y apiladas, Isa extrajo un cofre de madera de su mochila y la depositó sobre la mesa. Era una caja del tamaño de un albúm familiar; en sus costados se apreciaban las ramas y hojas talladas finamente; sobre la tapa -en cambio- el tallado correspondía a unas iniciales : I. S. Cuando finalicé mi inspección, miré a Isa, que no mostraba ninguna intención de abrirla. Hizo un gesto con la mano,como cediéndome el paso en una cola del banco.
"Adelante."- murmuró
El viejo diario se reveló cuando quité la tapa. Era un cuaderno que fue rojo en algún tiempo lejano, sus hojas amarillentas estaban sujetas con hilos muy finos pero resistentes; cuando las palpé se sentían ásperas, esa aspereza del papel que ha sufrido todo tipo de efectos ambientales : humedad, calor, polvo. Sus caracteres, en letra manuscrita, estaban deformados por la rugosidad de las páginas,pero seguían siendo legibles. Supe enseguida que la escritura pertenecía a una mujer; tenía esos arabescos,giros y bucles delicados, propios de una chica de secundaria; se percibía la energía juvenil en cada final y comienzo de palabra, como la sutil espiral en la cola de la letra "a".
Empecé a leer las primeras lineas,pero en seguida la voz de Isa me detuvo.
"Esa parte no es necesaria. Saltate hasta la página que tiene una fotografía."
Hojeé el diario hasta que dí con la página. La foto estaba doblada por la mitad,justo en la parte superior de la hoja, la desplegué observando la imagen retratada, algo borrosa. Se trataba de una joven, tal vez 15 o 16 años de edad, bastante bonita; tenía un largo vestido estampado -quizás con flores- hasta debajo de las rodillas; el cabello largo negro,suelto, le llegaba hasta la cintura; sobre la cabeza llevaba un sombrerito encantador con una cinta colgando hacia un lado. No pude evitar centrar mi atención en sus ojos, fríos y sin embargo expresivos, que me miraban desde su dimensión plana, contándome una historia que aún no se había escrito. La veía feliz, aunque tranquila,sin énfasis innecesarios. Era una muchacha que parecía fuera de su tiempo, como si estuviese compartiendo conmigo esa vieja cabaña en medio del bosque, en ese preciso instante. Tardé en notarlo - torpe de mí- , pero descubrí la razón que me provocaba ese extraño sentimiento de cercanía : la figura en la fotografía era Isabella.
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Es mi bisabuela Ilaria. Hija de inmigrantes italianos que llegaron a finales del siglo XIX al puerto de Buenos Aires y se trasladaron a Lago Escondido cuando aún no se llamaba así."
Con esta declaración - al ver el asombro en mis facciones- Isa despejó todas las suposiciones acerca de su parecido con la adolescente de la fotografía. Acto seguido,me dispuse a leer las anotaciones que su bisabuela había hecho en el diario.
Voy a transcribir literalmente ciertos pasajes,pero no lo haré completamente. Después de terminar la lectura, quedé estupefacto. Los hechos narrados allí superaron mis expectativas. Aún conservo cada párrafo es mi mente y se niegan a desaparecer; peor aún: cada vez se vuelven las nítidos,al punto de transformarse en imágenes patentes y perturbadoras.
Antes de proceder a repetir las palabras, voy a recordar la introducción que Isa se encargó de hacer para ubicarme cronológica y contextualmente en la historia.
Corría el año 1918. Los padres de Ilaria habían ocupado un lote cercano al lago, propicio para el cultivo y la cría de aves de corral y otros pequeños animales. La comunidad de Lago Escondido estaba creciendo con rapidez; no podía compararse con Buenos Aires, desde donde habían llegado hacía unos meses, pero en cuestión de semanas ya se podían ver multitud de casas precarias donde antes solamente había arboles y gramilla. Estaba convirtiéndose en un reducido pueblo de inmigrantes y nativos; como tal, era solo cuestión de tiempo para que la gente necesitara cierto apoyo espiritual. Y este soporte vino de la mano del padre Augusto, quien llegó viajando desde un pueblo de Formosa, al norte, donde había estado trabajando como misionero por algunos años.
Una vez que se levantó la parroquia de San Bartolomeo, la gente la convirtió en su centro de reunión, de debate y cualquier tipo de celebración. Todo pasaba por el padre Augusto y todo se decidía en la nave principal del edificio santo. No solo los inmigrantes concurrían,sino que también comenzaron a llegar nativos y descendientes de las tribus originarias. El sacerdote demostró sus dotes de misionero, convirtiendo a decenas de paganos en fieles cristianos. Era una época de paz y progreso. Un pequeño poblado tranquilo, alejado de la gran urbe e impregnada de un común deseo de prosperidad.
Fue entonces cuando la joven Ilaria comenzó a dejar sus memorias escritas.
"14 de Agosto:
El padre Augusto ha decidido reunir a los jóvenes en la parroquia para la organización del seminario. Yo no podré ir porque tengo todavía asuntos de mis estudios, y mamá es muy estricta en ese aspecto. Me ha dicho Amalia que la última vez, el padre estuvo algo raro; imagino que debe ser por los rumores que se han estado esparciendo. Dicen que va a venir un enviado desde la capital a reemplazarlo. Se ha encariñado tanto con Lago Escondido,que debe estar pasando por momentos de angustia, pobre.(...)"
15 de Agosto:
Hoy sucedió algo extraño. Encontré a Sayén,una niña nativa que está aprendiendo nuestro idioma, acurrucada en la cabaña detrás de la parroquia. Yo estaba yendo hacia la casa de Amalia, cortando camino a través del trillo que rodea el lago, cuando escuché un leve quejido que venía desde el fondo de la vivienda. La pobre tenía marcas en todo su cuerpo,como de golpes con varilla,o latigazos, no estoy segura. Apenas balbuceó algunas palabras en su idioma,que no entendí. Lo único que dijo en español y alcancé a comprender, fue "diablo". Tengo la sospecha de que su padre o madre la golpea, así que huyó de su casa y encontró ese lugar junto a la iglesia para resguardarse. La entiendo.Si yo tuviera que esconderme,sería ahí mismo, lo mas cerca posible de Dios . (...)
16 de Agosto:
No puedo comer,ni dormir,ni siquiera he podido hablar. Amalia vino a casa temprano con una noticia. Yo estaba dando de comer a los animales en el corral y la vi llegar, pasando por sobre la cerca como siempre. Tardó en dirigirme la palabra; se había quedado muda ahí parada. Pensé que me estaba haciendo una broma o algo parecido, pero después vi el rojo en sus ojos; estaba seria como nunca antes. Siempre ríe y dice tonterías para contagiarme con su alegría, pero esta mañana era otra. Y eso me asustó de manera terrible. Pero no fue hasta que por fin pude lograr que hablara, que ese sentimiento de susto se convirtió en horror. Todavía no he podido volver a probar bocado,ni he bebido agua.No puedo contarlo con mis propias palabras, por eso repito las de Amalia:
"La pequeña Sayén.... la encontraron hoy temprano. Su cabeza,sus brazos,sus piernas,su torso.... pobrecita...separados, como si las hubiera arrancado una bestia a mordiscos. ¡Dios mío! Y no es lo mas espantoso.... estaban colgando de los árboles,atados con cintas rojas y plumas negras....¡como si fuera un asqueroso ritual para adorar al mismísimo demonio!"
Caí de rodillas al escuchar sus palabras. No pude volver a hablar desde entonces. Mi voz no es capaz de salir de mi garganta; el terror me está asfixiando...y la repugnancia al imaginarse su tersa piel morena desgarrada a jirones....desangrándose sobre la corteza del árbol.¡Santa María,líbranos del mal!
Solo una palabra asoma en mi labios cada vez que trato de dormir ...y me quita el aire:
"Diablo...diablo...diablo"
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Al llegar a esa parte,detuve un instante la lectura. Pude contemplar en mi mente-como si la tuviera frente a mis ojos- el pequeño cuerpo desmembrado de la niña. De manera inconsciente retiré la vista de las páginas del diario y la dirigí hacia la ventana abierta de la cabaña. Iluminados por la blanquecina luz de la luna, los árboles parecían antiguos guardianes; totems protectores del bosque, tenebrosos y mudos, escondiendo -para sí- vaya a saber cuantos macabros sucesos del pasado. Posé mi atención en una rama cualquiera, perfectamente horizontal, como un brazo poderoso que se abría para impedir el paso a los profanadores. Vi entonces los cordeles rojos meciéndose de esa rama, las plumas negras anudadas, la sangre cayendo sobre la corteza rugosa como una savia oscura y pegajosa. Oí unos gritos desgarradores provenientes de la profundidad del lago; tal vez solo se trataba del croar de las ranas y el chapoteo de alguna criatura nocturna, pero en mi cabeza se traducían en un código diferente. Eran gritos y llantos de niña, de un cuerpo diminuto siendo dividido en fragmentos aún mas diminutos, de la forma mas bestial posible; porque haya sido o no una bestia la que cometiera semejante atrocidad, aquello no podía llamarse humano de ninguna manera. Lo estaba pensando demasiado, o mejor dicho: no estaba pensando. Mi cerebro tan solo estaba dejándose llevar y mi cuerpo empezaba a tornarse sensible a su entorno. Pareció como si recién en ese momento me hubiese dado cuenta de donde estaba parado; el divorcio de mis padres, el viaje a Lago Escondido, el colegio San Bartolomeo, la extraña figura de blanco detrás de casa, el fantasma del lago, la cabaña abandonada en medio de un bosque macabro, el diario viejo, la criatura descuartizada en un espantoso ritual. Todo me cayó encima en un segundo y se sintió tal cual un muro aplastándome; un muro acuoso,frío; una ola sólida de sensaciones indefinidas. Muchas veces me han dicho que puedo percibir cosas que otros no ven. Se que es verdad, y es algo que no le deseo a nadie. Porque de no haber sido así, no podría haber visto aquel torso oscilando tétricamente de una rama, a través del hueco de la ventana, y junto al torso,una cabecita morena de largos cabellos con el rostro marcado por el miedo,apuntándome, con los ojos abiertos en toda su dimensión. Quise decir algo para convencerme de aquella ilusión, exorcizando esa imagen con alguna palabra cualquiera, para borrarla de mi vista, pero no fue necesario. Como si la propia casa hubiese percibido mi turbación mental, la barra de hierro saltó de su sitio y la ventana banderola cayó con todo su peso cerrándose con un estrépito que retumbó sobre la superficie del agua.
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