Feliz. Sí. Esa podría ser la descripción perfecta del estado que estaba invadiendo a Isaac. Todavía recordaba esos largos meses de supervivencia, buscando pequeños trabajos con los cuales poder llevar algo a la boca. Llegó incluso a robar en una tienda china; lo recordaba bien, simplemente entró hasta el fondo del local y después de esconderse unas latas de atún dentro del abrigo, salió disparado. Tal vez lo persiguieron,eso ya no estaba en su memoria, tan solo el dolor agudo en el vientre y los retorcijones. Había experimentado el frío y la lluvia, el calor insoportable del verano sub-tropical, pero sabía que no había nada como pasar hambre, al límite de mendigar a los mendigos. Pero esos días estaban en su pasado. Después de conocer a Sara,las cosas había cambiado de manera radical. Sara era artista, un alma libre,como ella misma se definía. Se conocieron una noche,mientras ella pintarrajeaba con aerosol las paredes debajo del puente donde Isaac dormía. Era un graffiti precioso. Eso le había dicho Isaac,asomando detrás de una columna. Tras el susto inicial por parte de la muchacha y luego de las presentaciones , empezaron una conversación acerca de la injusticia social,del sistema que te expulsa y te niega la posibilidad de hacer algo provechoso con tu vida. No tardaron en conectarse. Ambos tenían ideas similares y fue muy sencillo que discurrieran sobre diversos temas de conversación. Entre charlas acerca de escritores, películas, música y revolución, fueron confesando sus propias historias. Podía decirse que la miseria había tocado muy de cerca a los dos. Fue cosa de una noche y sin embargo, pareció como si se conocieran de toda la vida. Sara le propuso ir a tomar una cerveza, pero él rechazó la oferta con suavidad.
-Me cae mal el alcohol. Demasiado tiempo de abstinencia.
-Jah. Entiendo. Demasiado correcto y orgulloso como para admitir que te cae mal la cerveza con el estomago vacío. ¿no?
Isaac no pudo ocultar su incomodidad. Creía que iba a engañarla fácilmente con una excusa tan tonta.
- No como nada desde anoche. Preferiría un pancho en lugar de la cerveza.
Sara rió sonoramente y tomó su mochila de tela de jeans, haciéndole señas.
-Vamos. Yo también tengo mucha hambre. Y no sea cosa que me vea un poli y me arreste por vandalismo.
Así fue el comienzo del cambio. Solían verse seguido. Ella le llevaba algo de comer o le conseguía trabajos de poca monta. Cierto día llegó hasta donde él se estaba quedando, en los viejos galpones de la estación de trenes. Uno de sus contactos le había pasado un buen dato sobre un trabajo. Ignorando las quejas de Isaac, lo llevó hasta su casa,una pieza de alquiler en un barrio de la periferia. Se bañó y se puso la ropa limpia que ella le dejó sobre la cama. No entendía cómo una persona podía ser tan generosa teniendo tan poco.
_Te lo voy a devolver todo algún día. Te lo prometo.
-No necesito nada. Pero cuando tengas ese trabajo no te olvides de invitarme una cerveza.
-Palabra. Y un pancho, así quedamos a mano.
-Callate ya y andá. Te anoté todos los datos necesarios en este papel. Vas a hablar con esa persona,amiga mía. Se va a encargar del resto. Apurate y mucha suerte.
De aquello habían pasado tres meses. Ya no dormía en los viejos galpones, le dejaban quedarse en el edificio de vigilancia. Tenía horarios muy apretados,pero eso no le importaba. Estaba feliz de poder trabajar. Comer poco no era ningún problema. De alguna manera, los tropezones que tuvo en la vida, le sirvieron para fortalecerse. Se sentía feliz de poder ser útil a las personas. ¿y qué mejor lugar para ayudar a las personas que un hospital? Llevaba su trabajo de camillero como si se tratara de una cuestión de honor. No olvidaba cuánto lo había ayudado Sara, y se puso como objetivo devolver algo de esa generosidad al mundo.
Esa noche fría de julio creyó tener la oportunidad de hacer una buena acción, pero no estaba preparado para lo que estaba a punto de venir. En realidad ni él ni nadie estaba listo.
Todo comenzó con la entrada de una pareja en la sala de urgencias. Se trataba de un matrimonio de mediana edad, la mujer ,notablemente alterada , cargaba en sus brazos a una niña de unos tres años. La enfermera de turno le tomó los datos y llamó inmediatamente al cuarto de camilleros. Isaac bajó sin demora por la rampa. Tomó a la niña, acomodándola sobre la camilla con delicadeza. Notó que estaba desvanecida, completamente presa de un sueño profundo. Estaba acostumbrado a casos similares, ACV o trombosis, por ejemplo. Se sintió profundamente acongojado,mientras la llevaba al segundo piso.
"Tan joven"
La dejó en la habitación y salió inmediatamente. No soportaba ver a niños enfermos. A pesar de que no le afectaba la sangre o las vísceras expuestas -como había visto en varias ocasiones- le resultaba muy difícil no sentirse descompuesto cada vez que llegaba un niño accidentado o enfermo.
Apenas terminó de bajar, justo frente a la recepción, vino a ocurrir el hecho que estaba por poner de cabeza su -aparentemente- apacible noche de trabajo. Los ojos se le abrieron asombrados. De sorpresa,de susto, de incomodidad; y sintió un nudo apretándole el estómago. Ya no se trataba solo de aquella niña que yacía desmayada en su cama del segundo piso; había decenas, en los brazos de sus padres, tíos, abuelos. Decenas de criaturas desvanecidas, como si durmieran tranquilamente. Vio el pánico en los rostros adultos, un pánico que no iba a tardar en expandirse como una mancha de tinta en el agua.
04:45 Hospital General Fleming
-La cosa se ha descontrolado bastante.
Isaac escuchaba a su compañero Luis, sentado en su silla de hierro dentro del edificio de vigilancia.Su turno había terminado,pero decidió solamente tomarse un receso, atento a cualquier llamado que pudiera surgir. Luis era un empleado de vigilancia que cubría el turno de la madrugada; se habían hecho buenos amigos en poco tiempo, quizás porque Luis provenía de una familia muy pobre y entendía la precaria situación de Isaac antes de su incorporación como personal del hospital. Lo supo incluso esa noche -la primera en que se desempeñó como camillero- cuando salió a fumar al enorme patio trasero y lo vió arrugado en una esquina, cubierto con su amplio piloto de lluvia. Se había colocado en uno de los descansos de la escalera de servicio, un sitio que se usaba poco y que protegía muy bien de la inclemencia del clima . Luis se le había acercado y ofrecido un cigarrillo; así de simple,como cuando conoció a Sara. Parecía tener un aura especial que le ganaba la confianza de las personas con bastante sencillez.
-¿Qué crees que sea?
Formuló la pregunta hundido en sus propias cavilaciones, casi hablando consigo mismo. Luis lo miró ,apoyado en la ventana.
-Ni idea. Es sorprendente tener tantos casos de golpe. Han dicho que llegaron alrededor de treinta y cuatro chicos desmayados en menos de ocho horas. Y hasta donde sé, ninguno despertó todavía.
-¿Sabés algo de los otros hospitales?
-Nada. Pero puedo preguntar.
El guardia exhaló la ultima bocanada de humo y arrojó la colilla con destreza . Rebuscó en su bolso y sacó el celular,poniéndose de inmediato a redactar un mensaje. Una vez enviado, se quedó esperando en silencio. Había muy poco para decir; notó la turbación en Isaac y sabía que en esos casos era mejor no forzar una charla. Al cabo de unos minutos, una roja lucecita parpadeó en la esquina superior del teléfono mientras sonaba una melodía cualquiera ; Luis leyó detenidamente el mensaje y se quedó tieso, sin separar la vista de la pantalla que emanaba una luminiscencia lechosa. Isaac levantó la cabeza,aguardando, observándolo con gesto interrogador,pero no recibió ninguna respuesta .
-¿Qué dice?
Luis se limitó a alcanzarle el celular,sin decir palabra. Lo tomó con mano insegura y leyó la pequeña ventana azul del whatssap:
"Amigo, acá es una revolución. No sé que estará pasando,pero ojalá termine ahora,porque si seguimos así,para dentro de unos días no habrá camas disponibles en toda la ciudad. Los doctores tampoco saben cual puede ser la razón y siguen llegando mas niños cada hora. Imaginate, en menos de ocho horas ya tenemos al menos cuarenta chicos hospitalizados. Nunca vi nada parecido. Si tenés noticias sobre qué puede estar pasando,por favor avisame. Me preocupa que mi hija esté expuesta a lo mismo."
Isaac casi deja caer el aparato al suelo. Aquello era una locura. Había estado presente cuando la pandemia de dengue y zika, y ni en esos momentos era tal el caudal de pacientes que llegaban. Y lo peor era que solamente estaba afectando a niños. ¿Qué clase de virus o bacteria era tan selectiva como para ignorar a los adultos? Algo como la viruela, quizás, alguna mutación de una enfermedad infantil. Pero,¿ un ataque tan rápido y de efectos tan inmediatos?
-No podemos hacer nada,mas que esperar un diagnóstico de los médicos. Una vez se sepa cual es el origen de estos extraños desmayos, ya van a poder tomar medidas preventivas. Sería mejor que te relajaras y descansaras un rato. Yo voy a informarme de cualquier cosa y si te necesitan,te aviso.
Luis le dio unas palmadas en el hombro y se alejó hacia la casilla. Como si estas palabras hubieran tenido un potente efecto narcótico,Isaac se dejó caer sobre un sillón, quedando dormido profundamente, como todos esos niños que yacían en sus camas de hospital. Tuvo una horrible pesadilla, en la cual vió las calles vacías,en silencio; solamente él,caminando sin ningún rumbo,como un zombie consciente que ya no volvería a comer jamás.
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